jueves, 22 de julio de 2010

Julio Cortázar

Por Santiago Ocampos

Julio Cortázar tomaba una piedra, tocaba su frente, exageraba el gesto, y saltaba del tiempo anteponiendo su propio cuerpo para salvar a la literatura de la realidad. Con la otra mano tomó una tiza y empezó a dibujar la imagen del cielo sintiendo la respiración de las baldosas sobre la vereda. Comenzó a trazar un páramo. Un animal. Un cráneo de palabras. Una morada terrenal pero poética. Asomó por el límite y tuvo miedo. Vio su sombra cubriendo las ramas del dibujo. Tuvo la valentía. Tuvo la prosa a su favor y desapareció como un barco por el horizonte. Supo que era un niño. Un argonauta. Un soldado en un espacio sideral y descubrió la superficie del amor. Invulnerable. Axiomática de Rocamadour que lo perseguía a lo largo de la escritura tras sus pasos que iban adentrándose por las calles de la noche escarchada de estrellas y hojas dejando atrás al hombre posible.

1 comentario:

quetzalina dijo...

ROCAMADOUR ROCAMADOUR
adonde estarás en tu día
la Maga real de nuevo te ha desconocido

la maternidad es el lugar adonde una mujer como Dios en el Génesis
libera la mariposa de su capullo
y descansa
porque "ve que eso es bueno"

EL DIA DEL NIÑO tambien es el dia de la madre