Por Santiago Ocampos
Decía el genial poeta y militar cubano José Martí que “no hay perdón para los actos de odio. El puñal que se clava en nombre de la libertad, se clava en el pecho de la libertad”. Algo de esto no debieron saber o ignoraron las personas que fueron a interrumpir la conferencia de la Doctora Hilda Molina. Siempre que se habla de Cuba recuerdo las palabras del autor de Guantanamera entre otras poesías conocidas.
Cuando me tocó en una oportunidad visitar La Habana, envuelto en otro tiempo de mi vida, apegado a otras ilusiones, pude reconocer que la idealización que muchos hacen ingenuamente era una quimera, un puñado de palabras echadas como semillas al fuego de una forma de pensar que concluyó con el Muro de Berlín. En Cuba hay salud, educación, analfabetismo cero, pero no hay derecho a lo más sagrado que tiene el hombre: su libertad, su capacidad de autogestión y esta cuestión un turista atento lo puede notar. En Cuba nadie sale ni entra sin autorización del gobierno.
Dentro de la isla, el famoso cantautor Silvio Rodríguez ha expresado en sus canciones que escapan mágicamente a la censura y, a través de declaraciones públicas estar a favor de la libertad, de una salida airosa pero libre. Sin dudas, un síntoma que expresa la voluntad de cambio después de más de 40 años de dictadura de los hermanos Castro, más tiempo que lo que duró Franco en España.
La Doctora Hilda Molina, fue injustamente arrestada y privada de ver a sus familiares por el sólo hecho de portar secretos. Cuan cierto es cuando la escritora Rosa Montero dice que conocer es un acto tan irreversible como la muerte. Portar secretos en Cuba es delito y por eso la neurocirujana más destacada comenzó su lucha a capa y espada, a pan y agua como lo hacen los penitentes. Y finalmente tras años logró arribar a la Argentina donde reside junto a su familia; y estaba el Viernes 23 abril de este año en la Feria del Libro presentando su libro autobiográfico.
Pero se ve que a muchos les molesta que Cuba no sea lo que ellos piensan y entonces irrumpió en la sala, con violencia democrática, un grupo de estudiantes promulgando una ideología que murió sin velorio y todo sabemos de las implicancias psicológicas que eso significa para los vivos. Cosas que pasan en un país que no sabe respetar a quien habla por la libertad y en el que, lamentablemente, muchos creen hoy que pueden ser dueños de una única versión de la historia como el Señor Fidel Castro.
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