miércoles, 2 de marzo de 2011

Caminan tibiamente abandonando el mundo (Salvador Dalí y Gala)

Por Santiago Ocampos

Contra el fondo de la trama poética el silencio de la expresión.  Ambos vestidos y a la vez desnudos. Arrojados como espíritus a la memoria del color y a la rima perfecta.  Enlunados. Encajados. Mojados de verde. De amarillo. Estrellados. Solares. Enlutados. Ensombrecidos. Tiernos. La mujer es retratada mil veces por la caricia inasible del pintor sin más preámbulos que el ardor de la imaginación. Inmóviles los dos. Impresionistas. Barrocos. Manieristas Maniqueos. Surrealistas. Prófugos de Baco. La línea del futuro trazada con lápiz negro. Bicromía. Tricomía. Edicto de amor. Piensan todavía un poco más al cerrar sus ojos. Se suspenden en el aire. Enuncian el alma. Huelen a tinta fresca. A alcohol sobre un libro viejo. Retazos de locura. Harina fina para el pan. Personajes a un paso de la extinción. Constelación de lo inmensurable. Poema largo. Abstracto. Aullado. Alquilado a un Dios griego por un gajo de noche.  El deseo los agiganta en la textura de la prosa. El viento contra sus cuerpos los trae a la orilla. La mujer duerme en sus hombros. La cintura de ella se inquieta cuando la abraza contra sí el hombre de los mil sueños. Tendidos del vértice de la luz, Salvador y Gala abrazan la memoria colectiva de la historia, desterrados, tabuados, locos, náufragos, lejos de la realidad de todos los días.