domingo, 30 de enero de 2011

Vuelo de Bautismo -Leyendo a Ray Bradbury-

Por Santiago Ocampos

Como si de pronto sintiera o presintiera que la tierra se rompía en el reflejo junto a los mares. Toda ella se rompía en una sola estrella pegada al vidrio. De ese pequeño cielo se ataba la luz al recuerdo. Los ojos se apoyan  contra la distancia. La distancia es el cuerpo mismo. Los pies apenas pesan. Sueña. El reflejo se desvanecía apagado. Ya cortado el hilo de la mirada. El reflejo que era estrella y un poco más humano. El encuentro es consigo. La materia con la que bordaba lo hecho con lo trazado.
El todo es un inmenso espejo. Lo múltiple es eco del cuerpo. La luz un pequeño espacio interior. La mirada insistía con él porque no podía contenerlo. Respiraba mal pero tenía las manos llenas de recuerdos. Lloraba. Caminaba sobre las lágrimas. La distancia era sustancia. Los infinitos se reflejaban en ese gran espejo. La vida se desembaraza de los prejuicios. La vida flota. La vida camina sobre las lágrimas. Y el cuerpo es la vida de él sumergida en el misterio. El absoluto y su manto oscuro. El cielo traga entero al hombre. El recuerdo es un vuelo. Lo íntimo se derrama en el momento. Todo constituye el momento.
Intenta mirar por debajo de su posición pero no lograba lo que el deseo alcanzaba por sí. Palpó que todo estuviera bien. Comenzó a respirar con normalidad. El contacto con la oscuridad bañó los ojos. Lo hizo regresar. Olvidó las letras de Europa de comienzo de siglo. Esos libros llenos. Ontológicos. Maduros de palabras. Los guardaba en los estantes altos de la biblioteca. Infinidad de títulos. Manuscritos de letra y puño guardados dentro de las páginas. Anotaciones secretas. Pertenecía a una logia. Conversaba aún con él a pesar de Monegro y otros que habían jurado en la Goleta.
Paseaban esas frases encontrando palabras. Recorrían esas frases las distancias estableciendo con lo humano un diálogo menos universal. Por la cabeza dibujaba los patios. Las flores con la imagen tejían el signo. Lo individual. Estaba despierto. La oscuridad floreció. El instante se desdibujó. Se hizo fugaz y aún tenía las palabras porque la vista no mejoraba. Tragó saliva con violencia. Temió. Finalmente voló. Cruzó los puentes invisibles. Gritó.
Estimuló la imaginación. La escribió en el aire. Renovó la literatura contemporánea. Le puso fin a la guerra. Extendió el mantel verde. Sacudió el polvo de los amores. Jugó a que era el horizonte. Rompió el candado de un galpón. Entró. Se chupo los dedos. Abrió los ojos. La inocencia había pasado. Pudo volver al cuerpo presente. Abrió de nuevo los ojos. No percibió la fuerte caricia del sol ausente. La puerta abierta. Los ojos de nuevo cerrados. El miedo. El pacto. Los dedos ensalivados. El puño cerrado. La noche cerrada. El miedo otra vez. La galaxia y la esperanza. Los labios heridos por la mordida. La mañana en el Oriente. El meridiano del ayuno. Aguantar. Estremecerse. Subir al árbol con los frutos. La caridad de las estrellas. La prisa. Los nervios que rajan el vidrio. Otra vez. El baile. La ansiedad. El hormigueo constante. La apariencia de las sombras.
Descubrir en la madeja del recuerdo la noción del eros. De los dioses puestos en jaque. La piel del espacio. La mujer entre el invierno y la imagen. La paciencia y otra vez el movimiento. La ascensión. El planeta o los planetas. Los destinos. El hartazgo de la velocidad. Los ciegos de siempre. Aprovecha el silencio en el páramo que indica el silencio al hombre para poder encontrarlo. Esa intimidad condiciona el corazón. Pactamos, Amamos. Nos deshicimos de ellos. Nos fuimos de la literatura. De los años. Dormimos. Mordimos el pedazo de cielo. Entonces aprieto mis manos.
Bajo despacio. Volviendo a mi habitual verticalidad. Haciendo un garabato en el suelo con un dedo humedecido. Enciendo la ternura. Estiro las piernas. Me exilio en el destino antes de conocerlo. Aquí no hay nadie. Aquí estoy con tres lunas y una historia que me deja el ser antes de partir de nuevo.

lunes, 24 de enero de 2011

Mario Aranda


Mario Aranda es un pintor de 17 años de Clorinda, Formosa, que sorprende con su trabajo en virtud de la excelente selección de los colores combinado al trazo de su dibujo, paciente y equilibrado, retomando con su intencionalidad, viejos temas de la literatura como del arte plástico, a saber la utilización de la propia figura como parte protagonica de la obra. Tomando como eje la búsqueda de las formas físicas del relato evangélico, esta obra, que les doy a conocer, se caracteriza por un agudo sentido de los detalles y como la flor para crecer busca la luz del sol, su pincel pareciera buscar esa misma luz para crecer en la profunda amalgama del color impresa en su alma. Sin dudas su talento precoz y su constancia harán de este artista una voz reconocida en el futuro del arte argentino.



domingo, 23 de enero de 2011

Licencia

Por motivos de estudio y trabajo este blog permanecerá sin actualizarse por un tiempo prolongado, vuelvo a agradecerles  por el tiempo que disponen para leerme y por brindarme opiniones y sugerencias que me permiten seguir creciendo. Tienen en el archivo más de 40 trabajos para seguir leyendo y gozando con la poesía y con el conocimiento sobre la vida de diversos autores que enriquecen aún a pesar del polvo de los siglos la literatura universal. Cualquier cuestión pueden contactarme a mi correo electrónico publicado en el blog.

Que la luz de la palabra nos permita nacer de nuevo.