Por Santiago Ocampos
En las páginas de este libro se teje la historia de Nelson Mandela un hombre único. Y allí, en esa inmersión de palabras que es el libro, se agolpan todos sus gestos, sus silencios, su cortesía, su talla de protagonista de la historia y es la narración, un soplo que amontona, con un orden periodístico vulnerable, las oraciones una a una para darle la contextura física a la imaginación del lector.
A lo largo, de un poco más de 300 páginas, este hombre de casi un metro noventa de altura conduce a Sudáfrica a la inmersión en las aguas bautismales de la fraternidad para convertirla así en el semblante enamorado de sus ojos.
A pesar de haber estado en una cárcel, el caudillo xhosa no ha perdido su condición de líder. Desde ese minúsculo espacio, que hizo suyo por 27 años, orienta todo su deseo de paz en pos de la construcción de un país sin fronteras, sin los límites encendidos por el fuego irracional del Apartheid que dividió a los que renunciaron a ser hombres de los hombres. Al salir de Isla Robben Mandela hizo de la sangre de las calles su palabra y también su paciencia.
En vez de proponer la guerra, la venganza contra el hombre que dejó de ser hombre, el Señor Mandela emprendió su lucha a partir de la palabra generosa como él, tomándola con vehemencia pero con ternura como los grandes soñadores, sin perder la convicción conquistó con sabiduría poética las palabras de las radios, de los diarios, y todo artilugio tecnológico posible, para poder multiplicarlas hasta convertirlas a todas ellas en las voces de Sudáfrica que de golpe y por su instinto, fueron un ramo de flores, una ofrenda a los que cayeron por la inutilidad del odio, de la discriminación que desgasta y nos reduce al polvo.
Mandela llamó al gran diálogo para que cada hombre, ese mismo hombre que no era hombre también se reconozca, refleje su rostro en el espejo de las aguas de la nueva nación sudafricana, sin avergonzarse por ser negro, blanco, boer. Todos en la misma historia, en un mismo tren hacia una misma estación.
Los últimos capítulos son la imagen de un país fundido en una sola fragua frente a un televisor mirando la final del mundial de rugby. La conjunción semántica de diversos rostros, de antagonismos ancestrales, de miedos, de fiebres, de policías y ladrones, los recuerdos violentos golpeando como las olas contra la playa de Ciudad del Cabo. La idea es un equipo que pelea, que se la juega, que grita, que suda, es un partido reñido para los springboks y el triunfo final también es un solo grito que barre con todas las geografías artificiales del sur de África.
Los colores de la bandera en la paleta del himno negro y del himno blanco de cada partido de Sudáfrica en ese mundial, pegándolo todo: el cielo contra el mar, el desierto a la selva, el futuro al pasado, en cada partido la vibración de un solo grito desde las entrañas de un país roto y vuelto a pegar como los collages de un niño de jardín de infantes, semejante obra que regala Mandela al mundo de los que creen que no se puede. Un mismo sentido, una misma cura: el perdón.
Así al ritmo de Mandela, Carlin evoca, recuerda, enhebra personajes, toma aire, vuelve a impulsar la barca en la que se ha metido y ya no puede salir, desde el puerto de la historia despega al encuentro de la literatura. El estilo del periodista es por momentos duros, poco frágil, quizás por la traducción o su copyright británico, a veces se vuelve pedregoso . Solo logra soltarse cuando rompe la emoción, cuando brota el maná inspiratorio del periodista que deja nacer al escritor, y es en ese momento, cuando de sus manos brota la imagen del hombre Nelson Mandela.
Carlin eligió la materia literaria correcta para escribir periodismo, el hecho que no pasa: el hecho literario. La forma, el ideario, la pulsión de vida que sostiene el libro no es Carlin sino el mismo Mandela que recrea al periodista, al verdadero, al que es de carne y hueso.
RESPUESTA DE JOHN CARLIN
Mil gracias, Santiago. Por leer el libro, por haberlo disfrutado, por haber reflexionado tanto y tan bien sobre el contenido, y por ponerte en contacto conmigo.
Que te vaya muy bien.
John
RESPUESTA DE JOHN CARLIN
Mil gracias, Santiago. Por leer el libro, por haberlo disfrutado, por haber reflexionado tanto y tan bien sobre el contenido, y por ponerte en contacto conmigo.
Que te vaya muy bien.
John
2 comentarios:
Serafo, es un placer la lectura de este texto. reflexiono sobre la grandeza del perdón desde sus palabras. La postergación del odio para nunca. Un puñal no clavado en el pecho de la libertad vale mucho en el génesis de la humanidad del imperfecto hombre.
que tal! que maravilloso tener respuesta de un autor. Felicitaciones Serafo.quizas estaría mejor resaltarlo del resto del texto propio
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