Por Santiago Ocampos
Testigo Directo es un libro que representa una nueva forma de periodismo. Distinta, inusual y global. El desafío es abarcar la noticia en forma planetaria, descubrir las nuevas conexiones, los síntomas viejos en problemas nuevos. Con un micrófono y una cámara, José Levy inmerso en una visión cosmopolita, intenta desentrañar lo que sucede frente a la vista de los miles de televidentes, que se agolpan frente a la pantalla del televisor porque hoy la noticia es lo que está ocurriendo, no ya la construcción de un relato sucedido.
Testigo Directo es un libro que representa una nueva forma de periodismo. Distinta, inusual y global. El desafío es abarcar la noticia en forma planetaria, descubrir las nuevas conexiones, los síntomas viejos en problemas nuevos. Con un micrófono y una cámara, José Levy inmerso en una visión cosmopolita, intenta desentrañar lo que sucede frente a la vista de los miles de televidentes, que se agolpan frente a la pantalla del televisor porque hoy la noticia es lo que está ocurriendo, no ya la construcción de un relato sucedido.
En la Edad Media viajaban los juglares de pueblo en pueblo, satisfaciendo las expectativas a miles de hombres alejados totalmente de las grandes decisiones, sin voz, que necesitaban saber de su rey y de las guerras emprendidas. La información no tenía soporte de papel ni luces, pero estaba mezclada de eventos sobrenaturales, muchas veces exagerados hasta el paroxismo, lo que impedía una verdadera apreciación del acontecimiento. Los juglares no eran periodistas, eran actores y bufones y no tenían otra forma de llamar la atención más que la utilización de herramientas cercanas al circo; aunque la televisión, que vemos habitualmente, también utiliza este concepto circense para llamar la atención de su público moderno que a diferencia de aquel tiene una mayor ansiedad de consumo.
Los tiempos cambiaron. El periodismo creció junto a la necesidad de los poderes políticos por dar a conocer de la marcha de sus acciones a un electorado cada vez más exigente. Esto trajo consecuencias positivas y negativas. Entre las primeras, el desarrollo de una tecnología capaz de transmitir en tiempo real, de describir los aconteceres de tal forma que el público puede hacerse la idea cabal del suceso. Lo que no cambió, es la controversia de la perspectiva que sigue siendo igual de problemática para el juglar como para el periodista.
Por medio de diversos capítulos, José Levy notifica las relaciones que existen en la aldea global. En especial, el conflicto árabe- Israelí al que le dedica el mayor número de páginas. Las descripciones de esta guerra de hermanos le valieron varias amenazas por parte de ciertos grupos religiosos de Israel.
Con un estilo periodístico, cuyo orden sistemático obedece a una lógica de su primera profesión, la Medicina. José Levy al ser un hombre apasionado, también se deja vencer por las emociones como el día en que cubrió la asignación de Atenas para los Juegos Olímpicos de 2004 que coincidió con la muerte de la Madre Teresa o bien al entrevistar a los niños que sobrevivieron al terremoto de Turquía de agosto de 1999.
Entre los hechos narrados, con inteligencia, Levy deja traslucir al periodista de carne y hueso. No la figura televisiva que necesita de la objetividad para absorber la esencia de la noticia, sino el hombre que tiene frío, hambre, que está lejos de su familia, en un país desconocido, que depende de la batería de una cámara para no perder ese segundo, en el que el mundo prende el televisor para ver pasar ese efímero instante, que registrado por el lente de la cámara, vale el oro del Perú.
1 comentario:
hi Serafo
se puede ser subjetivo al analizar el conflicto de medio oriente?
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