sábado, 27 de noviembre de 2010

Antígona de Sófocles (El Enamorado de Plata Vol.1)

Por Santiago Ocampos

Antígona corre a la muerte. Su pasado. Su antepasado sobreviene del pecado, cuya acepción latina denota yerro. Su historia tiene sabor a tormenta. A lluviecita porteña. Tiene la lengua desprevenida. El destino atado con cintitas de colores en estuche de cartón.


Su pasión desmembrada abre las puertas del parnaso o bien el comedor del palacio. A entender de Creonte, ambas puertas pueden abrirse simultáneamente. La elevación del poder humano le da a Antígona un beso nuevo, un beso después de amar el silencio del cuerpo. Después de entregar el alma al Hades. Ella que tan bien soñó con ser Reina de Tebas, está desnuda.

Siente a Polinices arrullarle una canción de cuna nueva que aún se escucha en la almohada de la heroína. Su inocencia raja la tierra en dos. Su hermano en el Hades y ella tan viva, no logra sentir el cauce de la sangre.

Sentir la vida o sentir la cercanía del ocaso. Un ocaso próximo se mezcla con el amor revuelto de Hemón. Ese amor no espera otra cosa más que el abrazo de Tebas, el abrazo de Antígona.

Ismena también queda ciega como Creonte mirando la noche porque no encuentra una mísera copa de vino que lo lleve un rato al olvido. Él los ha olvidado a todos. Su hermana ha sacrificado el corazón. Edipo, su esposo, pierde la identidad o los ojos o las manos. Sentado en la Barca que ya lo ha a pasado a recoger. Mira a Tebas en la penumbra, en las últimas lucecitas del crepúsculo. La peste ha socorrido ya las almas en pena que quedaban.

Un parnaso en forma de árbol expresa la tibieza firme de Antígona. ¡Cómo camina Antígona! Por el cuerpo invisible de Hemón trepa. Sus almas se enredan sin comprender por qué. Sus almas perduran enlazadas al mar. Se besan esperando la Barca en el muelle. Callan. Asienten. Saben. Un país nuevo para andar. Junto a Edipo.

El hermano sepultado, Eteocles, mira el sol. Aún vive. Está en el muelle. También espera. No se quiere ir hasta que llegue Polinices. No sabe que éste ya ha cruzado al otro lado.

Y Tiresias, hombre y mujer, sacude con las manos unas semillas. Va por el sendero alimentando la tierra. Alimentando el futuro. Se va yendo despacito por la memoria de Sócrates, de Platón, se va despacito, pidiendo que el siglo XXI subsista, al menos que exista.

2 comentarios:

quetzalina dijo...

el drama es parte de nuestras vidas
ANTIGONA es una pagina actualizada en los canales de noticias actuales CUANTO DOLOR PARA VIVIR SIN MENTIR!!!!

Vents dijo...

Muy bien epico drama.