miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ernesto Cardenal


 Por Santiago Ocampos

Con las tres marías del cielo de Solentiname y un prólogo de Thomas Merton, el Señor Ernesto Cardenal hunde sus manos dentro de Managua y toda su tradición literaria para los momentos en que la poesía se queda sin voz. Con el corazón hecho un nudo de oraciones y cuentas conjuga sus sueños con el amanecer, que con esfuerzo toma su lugar en la cuesta del horizonte, sus ojos apenas ven que por el semblante de la aurora incendiada los pájaros se acercan, y es un cuerpo tembloroso el talento del Señor Ernesto Cardenal cuando la palabra que brota de la nada narra las emociones vividas una noche de San Juan de la Cruz muy personal y, es así desnudado de amor cuando la memoria poética, con sus geografías accidentadas por la dulzura, entra a la historia triste de Nicaragua como si entrara a la recámara de un rey derrotado. El Señor Ernesto Cardenal es un poeta consagrado a su palabra y en el vértigo de la altura, por el vuelo ensayado en el verbo, abre con los brazos suspendidos en el aire la infinidad de recuerdos para tener el coraje de volver al interior del vientre materno, al interior de la tierra para nacer de nuevo de las mariposas, que al aletear todas juntas en la ventana, no dejan escuchar el ruido del mar espumoso que al mezclarse en el atardecer empapan las sombras que el Señor Ernesto Cardenal vence al tomarse de la vida con sus dos manos, y, el amor con el que vive penitente entibia el cuenco de agua donde apoya su rostro que se confunde con el cuerpo doliente que busca su poesía, su pobreza, y las campanas, que anuncian en Solentiname la hora en que el poeta decidido, convencido, abrumado y atravesado como una gacela, despierta totalmente devastado por la inspiración, de la que sólo le queda un manojo de palabras que van rodando enamoradas, saciadas, invencibles, resucitadas una y otra vez, por la penumbra de su imaginación que recrea la lluvia, el deseo y el soplo primero porque todavía el Señor Ernesto Cardenal cree en el amor y ardoroso escribe sin aliento, al caer el cielo sobre Solentiname que acaricia los techos altos de las iglesias para convidar con su lluvia la esperanza de lo imposible.

7 comentarios:

cuentos cortos dijo...

Excelente blog!!
Esa foto me da vértigo, y ganas de seguir leyendote... Y la música me invita a quedarme largas horas.
Saludos!

Anónimo dijo...

Me encanta leer tus escritos llenos de emoción descripción y talento....

gracias por regalarnos tu magia tu sentimiento y tu gran don.

cariños.

Cynthia Rascov.-

quetzalina dijo...

SUBLIME

Susi DelaTorre dijo...

Nada como leerte para conocer, para llenar el mundo de prosas hermosísimas. Un gran estilo.

Saludos, Santiago!

L dijo...

muy apasionado tu descripción sobre Ernesto. En mi caso, le conocí con ese poema Cuídate Claudia Cuando Estés Conmigo y en la que además José Luís Mejía inspiro su novela juvenil.

Saludos desde Perú

Anónimo dijo...

Cuanta bellaza

HUMO dijo...

Excelente publicación!
Saludos!

=) HUMO