Por Santiago Ocampos
El era poeta, El es Poeta, El será Poeta, El era Poeta, El será Poeta, El es poeta, El era poeta. Y el poeta era la forma y la palabra el contenido con el cual se llenaba la palabra con la cual se nombraba a sí mismo. Y el poeta no era la forma sino la idea apenas esbozada por la palabra. Y el poeta bracea en la nada de los siglos. En la separación. En la ruptura conyugal del romanticismo. Y es el símbolo.
El instante mismo se vuelca en el silencio. Y callar es un acto de justicia. Es un cuerpo volteado al sol enceguecido. Y la sombra provoca la inspiración de Federico que bebe de la fuente. Y la historia apenas le moja el pañuelo. Y la leyenda abre camino a la fatiga de la noche. Y los cuerpos se estrenan en la poesía. En los libros llenos de gorriones. Y aletea la palabra apretando inoportunamente al cielo.
Y son las cartas. La confesión. Se mueven las piezas. La compostura clásica se pierde. Y el poeta escribe sin renglones. Y el poeta es un mar tembloroso. Un manojo de luciérnagas nerviosas. Una América naciendo de su boca. La mujer es tierra y también un mapa para tender la soledad del invierno. La mujer también es poesía y el cuerpo fundido en la palabra espesa de la ternura lo vuelve a él poesía. Y vuelan las hojas del otoño y con ellas vuela el poeta que se extingue con la luz del día.
¿Elisa Guillén? ¿Sabrá la historia darle un lugar? Bien decían que había que devolvérsela a quien le corresponde. A un tal Iglesias que la cortejaba desde el balcón que construyó para Gustavo. Creyendo estar allí le tendía las flores, los abrazos calientes de la poesía, de allí le dedicaba la palabra, y de tanto no ser se convirtió en otro y la identidad se asemeja a la de la Malinche que no terminó ni siendo ella misma. Y el poema es apócrifo y de Iglesias ¿Quién se acuerda? ¿Y cómo le devolvemos los sueños a Elisa Guillen? Quien creyó ser la poesía.
Y los ojos verdes tocan, rozan, raspan la piel porosa, deseosa, animosa, de los bosques donde el poeta se acostaba sudoroso, esplendoroso, rotoso, de felicidad, con la metáfora llegándole a los huesos, y, entonces un cuerpo de golondrinas pasaba ante sus ojos y eran golondrinas y eran ojos verdes y era la leyenda y escribía Gustavo y era juglar y era un trovador de Santa María Virgen y las golondrinas y los ojos verdes y Maese Pérez eran él, porque poesía era otro cuerpo que tomaba prestado por las noches para escribir o ¿escribirse? ¿Escribirse? ¿No Gustavo?
“Yo sé un himno gigante y extraño” escribía despacio mientras la noche le iba restando tiempo al alma. Y los gorriones se iban yendo. Y la Corona se iba a pique. Era la revolución. Tú la escribías y ellos la ejecutaban. No contabas con que ibas a perder tus manuscritos. Horas en la redacción del Diario “El Contemporáneo” pintando la España desnuda de vestidos imperiales, trayendo de vuelta los conejos que alguna vez dieron nombre al país en el famoso cerco de Numancia; donde Escipión pedía más papel para dibujar el mapa de Roma. Pintabas las rimas. Pero tu manuscrito fue quemado en la casa de tu amigo de sangre azul. Y la revolución de las letras era el hambre.
Y tuviste que rehacer todo. Hasta tus ojos. Verdes. Violetas. Y poesía volvió a ser ella. Poesía volviste a ser. Y poesía eres tú. Y una manada de gorriones crepitó en la pluma y tú amor prematuro fue adiós a Campoamor. Tu adiós prematuro hizo brotar al Fénix Mestizo que allá por Managua enamoraba y derribaba el Parnaso europeo. Y como te fuiste quedaste. Tocando apenas la vida. Bastó para saber que detrás de la simpleza se escondía tu yo dividido, misterioso, enamorado, tu yo poético que quedo prendido en una flor que sobrevolaba entre las cuerdas dándole al viejo piano una melodía que hasta los ángeles bajaban para escuchar. Y el día perdía sus horas y la noche se fundía en el sol y bajabas escondido entre los ángeles y tocabas el piano mientras te convertías en el protagonista (que siempre quisiste ser) de tus propias leyendas.
3 comentarios:
Serafo
poesía eres tú
Es increíble lo que haces!!! poesía en un análisis y comentario.
Te felicito Santiago!!!!
Un abrazo!!!
Uno de estos días voy a releer El Enamorado de Plata.
La verdad es que tenés unos escritos increíbles ahí, amigo.
¡Un abrazo!
Pablo
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