miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las geografías de la incertidumbre –Crítica de “Malditos Animales” de Pablo Tolosa*-

Por Santiago Ocampos

“Malditos Animales” es un libro compuesto de 18 cuentos y un relato largo denominado “El cáncer de las cosas”. Los protagonistas de estas páginas se enfrentan a animales que se constituyen como objetos que interactúan con el género humano apareciendo, desapareciendo, vengándose y tomando partido por lo que les corresponde. Estos enfrentamientos trastocan el sentido de lo real que rompe sus leyes físicas, convirtiéndose el instinto en el único elemento para intentar sobrevivir.

La característica común de los personajes es que caminan permanentemente hacia un destino común. Ambos, animal y hombre comparten el sino trágico del cazador que inesperadamente puede ser cazado. Ese movimiento perpetuo de ir hacia algún espacio, físico o psicológico hace que la narración tense progresivamente la cuerda del misterio. De pronto, lo cotidiano se transforma y rompe su cristal sumergiéndonos en una realidad a la que sólo podemos aceptar si es parte de una pantalla televisiva.

Al narrar en primera persona, el horror se vuelve más espeso y de alguna forma la violencia espectral, con que la palabra es desnudada, nos deja sin aliento y la densa atmósfera se instala como una tormenta de verano. La adrenalina surca con fuerza por las venas del cuerpo y, presa del pánico el lector de pronto suda, grita, caza los mosquitos con la palma de una mano o bien vomita, a la vera de un camino, la bilis acumulada por el vértigo semántico al que el escritor invita.

Los elementos de verosimilitud, a lo largo de los textos, hacen posible creer en la probabilidad del suceso fantástico. La ruta vacía, con todas sus características a cuestas, enciende el motor de las expectativas al confundirse este espacio con la realidad psicológica del protagonista. Las descripciones tienen el impulso y la voracidad de la poesía que elimina los indicios temporales. Expresiones como “una huella que aún no es cicatriz” son una ventana abierta a un futuro próximo que aún no existe, un significado que todavía no ha llegado a su plenitud. El protagonista y el lector son parte de un mismo destino: la incertidumbre.

La forma dialogada permite ir y volver de la exterioridad, donde se desarrolla la acción, a la interioridad tejida por el instinto. Este movimiento pendular semejante a una hamaca logra que estos dos espacios narratológicos se confundan para finalmente terminar fundiéndose. En el constante devenir, la trama atrapa de tal forma que las viejas resistencias ceden a la imaginación, que se rinde al fétido aroma de un pájaro inventado o al angustiante dolor de una picadura.

El lenguaje, propio del habla cotidiana, es elevado a la categoría literaria. Justamente estas palabras vulgares y torpes construyen la precisión y sitúan las escenas a un orden al que pertenecemos, por lo cual las historias contadas ganan en credibilidad. Al no estar forzadas recrean, con inteligencia, el uso lingüístico del lugar donde se desarrollan las acciones que, al contextualizarse en un espacio conocido, logran cierta naturalidad permitiendo que el nudo argumentativo no pierda la soltura del ritmo propuesto.

El eje temático del libro es la muerte, que puede vislumbrarse por medio de tópicos y también en el discurrir de la angustia existencial que dejan traslucir los personajes. La presencia de los animales, la anticipan como emisarios de lo irracional, de lo imprevisto, de lo demencial. Son el límite físico y tangible entre lo fantástico y lo cotidiano. La muerte es arrojada al género fantástico, no es de este mundo y sólo puede ser retratada por medio del veneno de la ensoñación fruto de la coacción de un monstruo o de unas hormigas que de pronto deciden quien sobrevive. El instinto del animal representa la búsqueda humana por encontrarle un sentido a la vida.

“El cáncer de las cosas” si bien rompe semánticamente con el resto del libro, no escapa a esta recurrente indagación sobre la muerte. Al contrario, allí se torna aún con mayor evidencia. En un lugar, similar al pueblo de Comala que aparece en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, los binomios antagónicos permiten la construcción del relato de un hombre que piensa, a medida que emprende un viaje psicológico que lo lleva de un velorio a su casa, del sueño a la realidad, del amor al abandono, de la tele apagada a la encendida. Permanentemente la interioridad del personaje sacude su látigo de preguntas sin respuestas. El camino de la vida se destruye ante la impotencia de no poder detener el tiempo que es un cáncer que aniquila todo lo existente.

Pablo Tolosa es un escritor con una prosa al mismo tiempo, violenta, enajenada y enamorada. Es un orfebre que pule palabra a palabra y las coloca de tal forma que imprime en ellas todo el peso de las dudas existenciales. Con un estilo dialogal más cercano al territorio de la poesía describe con profundidad el espacio interior de los personajes posibilitando que el tiempo psicológico construya el movimiento de la narración hacia su desenlace.

Abrevando de las fuentes de Guy de Maupassant y de Bécquer, este escritor rionegrino esgrime con destreza la temática, que la vieja guardia del romanticismo donó a la historia de la literatura, como la obsesión por la muerte impulsora de la angustia, la evasión de la realidad y la construcción del acontecer mítico, la fascinación por la naturaleza y la utilización de la primera persona para narrar.

“Malditos Animales” es la lucha profunda del hombre, que encuentra en el reflejo del guardabarros de un auto o en la huida de una sombra, la caducidad de su propio cuerpo al que no le puede evitar la angustia, el sufrimiento y por eso busca en el instinto una salida que lo aleje de su propio yo. A raíz de ello, es que estos escritos tienen la urgencia de un poeta y la paciencia de un narrador, que al igual que un cazador, busca ese instante supremo en el que se descubrió libre de su propia sombra, para comenzar a borrar con un lápiz, las fronteras de la realidad y la ficción, de lo racional y de lo irracional, de lo animal y de lo humano hasta hacerlas desaparecer con él adentro.

*Este libro de cuentos obtuvo en marzo de 2010 el Primer Premio del Fondo Editorial de Río Negro (Argentina) en su categoría. Para mayor información sobre la obra y el autor remitirse a esta dirección: http://www.malditosanimales.com.ar/

3 comentarios:

soy beatriz dijo...

Sin duda el análisis que ofreces es tan profundo y bien expresado que me infundieron muchísimas ganas de leer el libro. Lamentablemente no creo poder comprarlo por el momento. Si tienes conocimiento sobre si se puede leer en internet, te agradecería me lo hicieras saber.
Tu blog es una ventana abierta hacia la lectura que tanto me hace falta.
Gracias, es bueno sentir que uno tiene a donde recurrir.

quetzalina dijo...

hola Beatriz
comparto la alegría de tener un refugio de las buenas palabras como este
podes conocer algo de la obra de Tolosa en la web que Santiago generosamente nos indica
Qué maravilloso es ver el crecimiento de jovenes escritores argentinos que no dejan morir la inspiración y usan estos medios de comunicación que hacen accesible buena lectura a bolsillos magros

Sandra Ávila dijo...

Me agrada en la forma en que te expresas .Nostros los ecritores tenemos una bella herramienta que es la de poder transmitir todo aquello que pensamos,imaginamos,suponemos.Nos intentamos decir todo aquello que nadie se anima.Felicitaciones por el sitio Web.