Por Santiago Ocampos
Javier del Cerro es un poeta comprometido socialmente. Amante de los breves instantes, en los que detiene su vida, para escribir sobre los cielos colmados por los reflejos de miles de nombres sin enterrar. Con la boca a punto de estallar se desparraman por su memoria, como un atlas geográfico, los hechos de la historia de Chile que condicionan su mirada y también su esperanza en detrimento de una justicia lenta.
La metáfora dignifica la tarea del poeta al describir las sombras y los espacios que golpean su recuerdo inundándolo de palabras colosales, de mares infinitos, de abisales donde no llega la luz. La sinestesia, la fusión de sentidos, convierten a este relato épico en la ensoñación de un profeta que busca la memoria de los que perdieron la voz.
Siguiendo la vasta tradición poética chilena, la poesía es una pulsación, un signo vital, un refugio posible, una celebración que se canta aunque nadie pueda escucharla. La función del poeta es alumbrar, en ese camino emprendido hacia el vientre natal de Chile, los rostros que necesitan ser llamados por su nombre.
El lenguaje posee una riqueza semántica muy profunda. Tanto la sonoridad como la calidez de las recreaciones ficcionales, permiten que la narración sea una suerte de batalla entre el deseo anhelado y la realidad objetiva. En la que el héroe, por el uso de la palabra, es el fundador de un nuevo tiempo, aunque el resultado sea descubrir que la propia vida es todavía una reflexión caótica que gira sobre qué hacer con las utopías.
Para el autor, la poesía representa una herramienta eficaz y capaz de cavar en las honduras de la tierra y del mar para hacer regresar a los muertos queridos. Es un tesoro invaluable que permite volver al presente las manos, las caricias y la dulzura de los que cantaron alguna vez el amor, que de esta forma vuelve a la superficie de la memoria personal en forma de nube, de pez, de cielo. La misión del que escribe es devolver la palabra a los que no tuvieron tiempo de conjugarla con la belleza que este cuerpo de poesías presenta bajo una particular visión.
La obra de Javier del Cerro es una propuesta audaz que implica emprender un viaje, un recorrido místico por los caminos del país trasandino y al mismo tiempo es cargar con una pesada herencia, la de la injusticia, la de la pobreza que duele y la del ayer, tuerto, ciego que no tiene nombre. Al decir de Juan Gelman “algún día condecorarán al poeta por usar palabras como fuego, como sol, como esperanza, entre tanta miseria humana, tanto dolor, sin ir más lejos”.
Un anticipo de su obra:
Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos
amamantó a siete hermanos
a ocho hijos de su dios.
Mató a los hombres de la tribu por golpeadores
y me fue a parir entre ballenas.
Es la Aya más bella y huele a flores del mar.
Llenaba mi boca de leche volcánica y me bañaba en un río espeso.
Yo, su pequeño acicalaba mis alas torpes.
Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos
viaja con un arpón de oro
y canta hermoso como diez sirenas.
Un anticipo de su obra:
Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos
amamantó a siete hermanos
a ocho hijos de su dios.
Mató a los hombres de la tribu por golpeadores
y me fue a parir entre ballenas.
Es la Aya más bella y huele a flores del mar.
Llenaba mi boca de leche volcánica y me bañaba en un río espeso.
Yo, su pequeño acicalaba mis alas torpes.
Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos
viaja con un arpón de oro
y canta hermoso como diez sirenas.
*Javier del Cerro es un poeta y dramaturgo chileno oriundo de la ciudad de Coquimbo. Ha escrito varios libros y obtuvo diversos premios regionales y nacionales por su labor poética. Actualmente preside el Centro Cultural Coquimbo y dirige el Proyecto “Cultural Coquimbo Restobar Sub”. Para mayor información sobre el autor y su obra pueden encontrarlo en Facebook.
4 comentarios:
Aquí estoy, gozando en silencio -antes de escribir- un poco del maravilloso repertorio de exquisita música que haz elegido, te felicito por tan buen gusto. Me ha tocado entrar con Beethoven con su Claro de Luna, una obra espléndida que me arrastra suavemente hacia territorios no explorados por mi imaginación.
Tu reseña es casi hermenéutica y lo afirmo de este modo pues ahora comprendo el porqué es tan sagrada para ti tu profesión. Contundente y claro, así me guiaste para recorrer el alma de Javier del Cerro. Al final pude comprobar en su poesía la eficacia de tu metáfora.
Mis respetos y aprecio.
Intenso, profundo, emotivo.
Bello poema de desgarro y amor.
Saludos.
ENHORABUENA AL ESCRITOR QUE DESBORDA EN EL TEXTO AHORA APRECIADO POR AQUELLOS QUE SABEN ADENTRARSE EN LA HONDURA DE LA VIDA
SALUD del CERRO,HACÉS MÚSICA CON EL CORAZÓN HECHO TIRITAS
Llenaba mi boca de leche volcánica .Tiene mucha fuerza,buenisímo.
Saludos.
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