Por Santiago Ocampos
Ángel es una novela psicológica polifónica que recrea el mundo interior de los personajes a partir de la referencia de sus palabras, único vestigio de la existencia de una realidad objetiva. Lo que se narra es un fragmento decisivo en la vida de Francisco, un hombre normal que de pronto despierta a un mundo distinto producto de su construcción subjetiva. Esta situación, lo obliga a comenzar una búsqueda interior para volver a resignificar todo aquello que antes carecía de sentido.
Semejante a un artista, Francisco siente la nueva inspiración como un puñal semántico, que le hace dudar hasta de sus propios sentidos. Lo que antes era fútil cobra un nuevo relieve. La necesidad de encontrar un sentido a la vida lo hunde en un estado de ánimo cercano a la nostalgia y a la depresión.
No podemos tomar noción del devenir de los días porque el tiempo es psicológico. Es el rictus inspiratorio el que permite tener la certeza de la progresión narrativa. Los cambios de escena son indicios de que la imaginación impone su ritmo. De un momento a otro, podemos pasar de la imagen de una cena en pareja al descubrimiento de un detalle que antes no era visible sin ninguna señal del cambio.
La novela está dividida en dos partes. En la primera, el protagonista descubre que detrás de la apariencia de las cosas reales, existe un mundo al que sólo tienen acceso aquellos que dominan el oficio de escribir. Justamente allí es cuando aparece Ángel, un muchacho de quince años, al que conoce de manera fortuita. Entre ellos nace una amistad singular marcada por el hecho de que el joven conoce todos sus pensamientos.
En la segunda parte, Ángel, del que sólo tenemos vagas referencias, en circunstancias poco claras decide morir. A partir de esto, la búsqueda de Francisco se vuelve más consciente, en consecuencia, se abandona con mayor asiduidad a sus ensoñaciones que van cavando cada vez más hondo su alma.
En este profundo decaimiento de Francisco, aparece el Padre Gabriel, su hermano, quién presa de sus propios delirios, acude a rescatarlo. Este encuentro, desnudará aún más al protagonista, que por todos los medios tratará de tejer las múltiples voces de los recuerdos de la infancia y de la propia vida adulta. La fragilidad espiritual de ambos genera una atmósfera espesa que permite intuir un desenlace inesperado.
El amor es uno de los ejes. En principio es una pregunta dolorosa ¿Qué es aquello que estoy amando? ¿Qué significa Amar? y luego una respuesta vacía. Es un constante anudar recuerdos en un pañuelo para tratar de sostener, en el presente, el derrumbe inevitable. En los ojos de Mariela, su mujer, ve Francisco navegar su alma hacia un mar desconocido llevándose a cuestas el pasado con ella. Presiente que fue otra persona en otro tiempo no muy lejano y siente su alma pesar más que su cuerpo al ahogarse en las palabras de la incomprensión.
Cada vez que en la narración se afirma, al mismo tiempo se interroga. La incertidumbre está empapada por las miradas, que intentan, de alguna forma, hacernos tomar conciencia de que existe una realidad sensible. La sensación permanente es la de encontrarnos atrapados en un mundo del que ya no podemos escapar, distorsionado por la reflexión nihilista de Francisco que intenta recomponer el hilo del relato.
El espacio exterior actúa como reflejo de lo que pasa en el interior. Ángel representa la inspiración plena y tiene la vocación de llevar consigo las palabras que nos hace pensar si estamos vivos o muertos, si estamos despiertos o soñando. El subterráneo, un lugar común, anónimo, sucio, siempre abarrotado de gente, adquiere la significación de ser el lugar de la revelación y el inicio de una búsqueda.
Pablo Mariosa es un escritor de una ansiedad ígnea, deseoso de volcar con justicia las mismas imágenes que su capacidad imaginativa revela. Heredero fiel de sus antecesores de la novela psicológica, lleva las palabras del campo de la realidad al interior de su alma para imprimirles la agobiante necesidad de tener que escribirlas. De vastos recursos narrativos utilizados con aguda inteligencia, Ángel es una obra con un fuerte carácter reflexivo que nos permite repreguntarnos a la manera de Juan Carlos Onetti, si incorporar la ficción a la realidad no es una salida válida al existencialismo francés.
Para adentrarnos en este mar de voces y ruidos hay que cerrar los ojos y sentir como el sonido de la ciudad se asemeja a los pensamientos de Francisco. Hay que tomar coraje para emprender la lectura porque así como podemos estar con los pies en la tierra, de pronto podemos estar sobrevolando una batalla de tambores que acompañan el movimiento del alma del nacido escritor. Con la música metida de cuajo en las palabras, esta sinfonía semántica que plantea Pablo Mariosa, devuelve al viejo teatro del mundo de los libros, aquel sueño fingido, del que Calderón de la Barca intentaba también despertar, para perpetuarnos por el misterio de la inspiración.
4 comentarios:
¡Muchas gracias por la crítica, Santi!
Te voy a hacer algunos comentarios cuando nos encontremos para tomar un café.
Acá simplemente quería hacer público mi agradecimiento hacia vos por haberte tomado un tiempo para releer mi relato y elaborar una crítica tan interesante.
¡Un abrazo!
Pablo
Santiago, recién acabo de descubrir tu blog. Me gustó mucho. Si es por la crítica que hacés del libro no hay otra opción que leerlo :).
Veré si lo consigo.
Saludos
Bueno te tengo en mi Face y ahí descubrí tu Blog, muy interesante de verdad, veremos que tal la novela que recomiendas, saludos de una poetisa novidente y desde Chile! También tengo hace poco un Blog poético en este caso, asi que te dejo la invitación cordial hecha...
Lo prometido es deuda y estoy disfrutando esta visita.
Muy buena crítica.
Me has despertado el apetito literario por esta novela.
Un abrazo.
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