Esteban Echeverría soltaba las amarras de su barco trasatlántico. En Paris escribía sobre Buenos Aires. Pensaba de su territorio románticamente. Empeño. Sueño. Arma. Puñal. Preludio. Mariposas prendidas en las anclas del barco. A punto de ser el desierto. La falta de horas en el viaje. El género literario. Cronista de Indias. Cronista cautivo. La vergüenza patriótica izaba las banderas cuando emprendía a caballo el viaje hacia el muelle de la palabra como un caballero sin instrucción. A tientas como los amantes que no se conocen. Con la cordura. Con el hombre entero montaba. Pasaba la noche en un campamento cercano a la frontera. Divisaba el horizonte. Los pastizales y las aguadas. Detenía su mirada en las ropas. Lo que quedaba atado al mundo. Lo que lo precedía. Pasaba la noche soñando. Afiebrado. Entrando a una casa deshabitada de la infancia. La revolución y el pensamiento su sueño. Cada diez estrofas detenía la marcha. Se sentaba al fuego junto a los soldados y arrojaba su puñado francés como si fuera una mala sombra. Un agüero. Desde sus ojos arrojaba todo el idioma. En ese fuego en medio de la pampa una noche helada vio el rostro. Vio a la mujer entregada, que lo besaba, que lo salvaría, mirándolo, mirando crecer hasta la pequeña ventana de su bitácora el oleaje intempestivo del mar.
2 comentarios:
Santiago me ha hecho emocionar tu texto. Bellísimo. Gracias por presentarnos de esta forma a estos escritores.
Gracias por la palabra, la dulzura y el arte en tus relatos.
Un abrazo grande!!!
Una presentación hermosa y literaria de una vida llamada a engrandecer letras y poemar luchas.
Un cordial saludo!
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