Diego Rivera y Frida Kahlo
Por Santiago Ocampos
Teñidos. Inmersos. Zambullidos. Zampados por
la mano del artista. Robados de la alquimia primitiva. Porque no hay nada para
escribir y están sus ojos. Sus manos a punto de tocarse. De estrecharse como si
eso les diera motivos para despertar. Para apaciguar las ansias de verme.
Hermosos. Relucientes. Empapados. Ebrios. Amores de vuelos escarchados por la
luz de la madrugada. Funámbulos. Espectáculo. Actores de la misma escena.
Hablando. Parodiando. A punto de tomarse los labios. Pacto. Escrito. Confabulación.
El pelo sintiendo el aire. El invento. La yuxtaposición con la realidad. El chocolate
partido en la mesa del retrato. Hijos de la nada. Pedazos de papeles
reventados. Cortados por un hacha. La niñez en sus rostros. En el pigmento
azul. Como una mancha recrean el pasado. El presente. El futuro violento.
Enajenados. Soberbios. Bestiales. Columna de un diario local. Locos. Orbita
celestial. Planeta por descubrir. Allí están con la gracia. Bostezando. Esperando.
Demenciales. Tribunos de la plebe. Cualquier cosa puedo decirles. Ideología
pura del verso. Lingüistas de Copenhague. La belleza los ilumina. Un ajedrez
antiguo es la tierra donde sus pasos se quedan equilibrados sobre el aire.
Bebiendo el café y el aroma del pan. Desnudos de realidad. En la lengua el paradigma
verbal tengo esbozado. Desnudos en otra cartografía. En otro tiempo. Montados.
Superpuestos. Formas geométricas. Ensoñación del pensamiento. Callejuelas de Gauguin.
Sexuales. Ardientes. Perennes. Eternos. Entramados. Magos. Parejas con un dejo
de poesía. Abandonados. Mayúsculos. Letrados. Griegos. Posados en la tela. A
punto de ser. Por encima de los techos. A punto de ser expulsados del paraíso.
Sofocados. Acalorados. Untados de óleo. De pintura. A punto de ser proyectados
sobre el fuego. Condenados por la inquisición. Exhumados. Apaleados. Van
cayendo sus rasgos. Van tomando la sombra de una mujer a la que se amó. Van
rodando por el instinto apurado. Por el trazo menos firme. Trepando por las
murallas de la piel. Por la hinchazón del pincel. Por la herida espontánea de
la lágrima marítima de la sensibilidad. Despedidos. Catapultados a la
mortalidad del artista. A la jactancia del instante. Al vacío. Caminan
tibiamente abandonando el mundo.