Como en un sueño, como algo inesperado, ambos, ella y yo, acariciándonos, tocándonos en silencio, derramados uno en el otro por la palabra, por la piel, por el temblor imprevisto como si se nos derramara el sol de la boca al pronunciarnos, al nombrarnos, peregrinos, nos vamos descubriendo, nos vamos explorando, tus manos sobre las mías en lo invisible, las noches imaginadas, cayéndonos uno sobre el otro en un verso de verano, como si nada sirviera y hoy todo fuera tu cuerpo, tan lejano, la luna, el corazón, el aliento que te besa el cuerpo suspendido en la imaginación de la poesía, y te inundo, la delicia a favor de ti, y somos dos, y algo intentamos, algo inventamos y otro encuentro otro de nuevo, y tiemblas cada vez más , con la caricia a punto de nacer, de querer alcanzar mi rostro y estamos frente a frente, el poeta en las arenas ardorosas que recorren cada mirada tuya y las promesas sin escribir van bordeando y te van abrazando, deseándote, tu cuerpo por mis manos y lo creo y todo aunque no es más que otra noche vestida de tu pefume, de tu beso, la memoria es toda la textura, el tacto, la vida que late por el deseo, impreso, tieso, invencible, desbocado que me pide que te escriba una y otra vez, interminables veces para volver a sentirte, tocarte, en los versos que te volverán a traer, que volarán hacia ti con todos los nombres de las noches, que vuelan a ti como pájaros de madrugada.
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