El juglar moja la garganta con
sal mezclada en alcohol. Ejercita un movimiento
una acrobacia de poesía. Entibia el pecho.
Se mira otra vez. El moño de color.
El circo ensayado de la sonrisa. La
pintura blanca bordando el desencuentro
de las pasiones.
El caballero, la espada y el sinfín
de silencios brotando en la madera
como un musgo. La cuchara apoyada
en la lengua diluyendo la infancia
con la saliva del amor.
Tu resuelta soledad estalla
contra el portón de la España Medieval.
Mis apuntes te buscan y siento
detrás de mí, que gira el juglar esperándome.
Tus ojos caen en la frontera de mi sueño.
El juglar afina las cuerdas, sobre todo
la cuarta, la más fina. La profunda concepción
de tu mirada presa de larga madrugada.
Se despide atravesando la puerta. La pobreza
y la poesía. La plaza del pueblo junta los
aplausos. El color prolonga la tarde.
El polvo es una espiral de batallas
ganadas en la intimidad del alma. Un caballo,
el Rey, el Cid, el beso repentino de Sherezade,
una y mil noches entregando el cuerpo de la
palabra.
Crepita la brasa del fogón…
El público exclama, presiente, se rinde
a la estrella que vino luego del beso,
esa misma estrella de la realidad
suelta las amarras del Puerto de Palos
y me suelta a mí antes de ir, antes de
verte, antes de golpear la puerta.
El juglar limpia su cara, el abrazo de la
memoria lo deja libre. Le devuelve una
copa de vino. La escanciadora lo busca
por el laberinto de la mente. Lo busca y
lo sigue pensando en un río. Le saca la ropa
de la voz, atrapa el equilibrio, rinde tributo
a la gracia precisa.
La lluvia cae en mi rostro, la toco
con los dedos. Mi lengua vacila. La
belleza es ceguera, es instinto. El deseo
recorriéndome por dentro.
Hay ruido, parece que alguien va a salir.
Desconozco la persona. Me dice que aquí
no vive. Cambio la flor por un manojo
de frío y me voy al país del recuerdo.
Arrojo desde allí el fondo del mar a la
caricia donde dibujaba el sol que me habías
negado entonces.
El juglar destaca su figura en el escenario
y baja el telón con la expiración salada
del viejo jardín del tiempo, con el olvido
llevando su cuerpo a los brazos del ocaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario