Por Santiago Ocampos
John Berger desnudado por el otoño de la vejez, no sin cierta nostalgia, recupera el género epistolar para narrar el fragmento de una historia de amor de dos personas, A ida y Xavier, inmersas en una lucha por no dejar de ser, por no dejar de creer, que no renuncian a la libertad de hacer lo que piensan.
La cuenca narrativa se desprende como una cascada de sentimientos espesos, dulces, ásperos que cargan de densidad la atmosfera del relato. Cartas que buscan rescatar al alma de la oscuridad que pesa en la palabra que apoya A ida en el papel con el que elige escribir. La protagonista está enamorada de un hombre que se encuentra preso por estar acusado de ser terrorista.
Entre las páginas, se teje una urdimbre de hechos sin relación aparente unos de otros, son escogidos al azar, sujetos a la imprevisibilidad del acontecer diario. El tiempo transcurre violentamente y sucede por las imágenes que la mujer esboza en su dialogo interior. La vida pasa por el propio deseo que intenta vencer a un poder que avanza sin juicio y la amenaza constantemente cada día, cada minuto.
Al ser subjetiva la construcción literaria y hundir los hechos en un yo único, individual, alumbrado por una cierta esperanza particular, cada carta es animada por el pensamiento del autor. La mujer es la llave para abrir la puerta de un mundo privado, de olores, de recuerdos, de placeres, de ropa interior, al que tenemos acceso, de alguna forma, porque somos invitados a resistir, a involucrarnos políticamente, a tomar una decisión personal.
Ambos, el preso, la mujer que cuenta y sueña, al igual que Sherezade, están unidos por un hilo invisible que los obliga a imaginar abrazos sobre sábanas limpias y arar lunas por los cielos que anuncian el ciclo fértil de un nuevo tiempo, inspirado, sudado, que demora su ardor con peculiar intensidad.
No hay grandes epopeyas ni dulzuras prolongadas. Se describen situaciones sencillas, lentas, rutinarias, omnívoras, impulsadas por una ansiedad, una agonía que connota una agitación interior, que denota la certeza próxima de una inevitable derrota de las utopías, una vez más por cierto.
John Berger celebra un amor que a pesar de la ausencia, no deshace sus nudos nocturnos, sus promesas. La palabra es utilizada tanto para definir una estrategia ideológica como para anunciar la caricia sobre una piel encendida.
La revolución es quizás para el autor esa capacidad humana, inagotable, que es el coraje de llevar a la amada al lecho nupcial. Y eso sólo baste para cambiar el mundo.
El escritor inglés trata de descifrar en esta ingeniosa novela, la intimidad de la resistencia de cualquier orden, desterrando todo idealismo y preconcepto. De esta forma toma la memoria que le queda, después de las interminables lluvias de juventud del espíritu, para seguir narrando lo que sueña un hombre cuando cree que todo lo posible hoy es una mujer.
3 comentarios:
Me gustó mucho como lo describiste Santi.
Besos Mil.
que buen libro!"la vida es azùcar" que rescate de la literatura desconocida para muchos y asì sondear en el alma de los enamorados desde lugares que creímos irremediablemente contaminados por la ideologìa panfletaria.
Me gustó tu poesía en audio,podrías agregarle una cascada de agua?gracias un abrazo
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