Por Santiago Ocampos
Teñidos. Inmersos. Zambullidos. Zampados por la mano del artista. Robados de la alquimia primitiva. Porque no hay nada para escribir y están sus ojos. Sus manos a punto de tocarse. De estrecharse como si eso les diera motivos para despertar. Para apaciguar las ansias de verme. Hermosos. Relucientes. Empapados. Ebrios. Amores de vuelos escarchados por la luz de la madrugada.Funámbulos. Espectáculo. Actores de la misma escena. Hablando. Parodiando. A punto de tomarse los labios. Pacto. Escrito. Confabulación. El pelo sintiendo el aire. El invento. La yuxtaposición con la realidad. El chocolate partido en la mesa del retrato. Hijos de la nada. Pedazos de papeles reventados. Cortados por un hacha. La niñez en sus rostros. En el pigmento azul. Como una mancha recrean el pasado. El presente. El futuro violento. Enajenados. Soberbios. Bestiales. Columna de un diario local. Locos. Orbita celestial. Planeta por descubrir. Allí están con la gracia. Bostezando. Esperando. Demenciales. Tribunos de la plebe. Cualquier cosa puedo decirles. Ideología pura del verso. Lingüistas de Copenhague. La belleza los ilumina. Un ajedrez antiguo es la tierra donde sus pasos se quedan equilibrados sobre el aire. Bebiendo el café y el aroma del pan. Desnudos de realidad. En la lengua el paradigma verbal tengo esbozado. Desnudos en otra cartografía. En otro tiempo. Montados. Superpuestos. Formas geométricas. Ensoñación del pensamiento. Callejuelas de Gauguin. Sexuales. Ardientes. Perennes. Eternos. Entramados. Magos. Parejas con un dejo de poesía. Abandonados. Mayúsculos. Letrados. Griegos. Posados en la tela. A punto de ser. Por encima de los techos. A punto de ser expulsados del paraíso. Sofocados. Acalorados. Untados de óleo. De pintura. A punto de ser proyectados sobre el fuego. Condenados por la inquisición. Exhumados. Apaleados. Van cayendo sus rasgos. Van tomando la sombra de una mujer a la que se amó. Van rodando por el instinto apurado. Por el trazo menos firme. Trepando por las murallas de la piel. Por la hinchazón del pincel. Por la herida espontánea de la lágrima marítima de la sensibilidad. Despedidos. Catapultados a la mortalidad del artista. A la jactancia del instante. Al vacío. Caminan tibiamente abandonando el mundo.
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