Por Santiago Ocampos
La luz contra la frente
las palabras rotas por la imprudencia de las manos
la inspiración que llega a duras penas
una figura dibujada
contra los propios sentidos
atropellada de visiones, ternura y ron
la camisa desabrochada por
las sombras
un país tan grande como China el cielo para él
los barcos que son tragados uno a uno
por las olas violentas que evoca con placer
otro poco de ebriedad
y es un jardín babilónico
con aliento a
estrellas que huelen a caballos
todo es un lento
mecer a la creación, un peregrinar
del señor que se estrena con un beso secreto
la mirada fija en el
camino que sube al final
de la novela en la que sobreviven todos por culpa de él
con el final de sus
días emprende con todo su peso
quizás, tal vez, la última corazonada de inspiración
exhausto sobre las arenas calientes
muerto de sed
dejando caer su
cabeza sobre las páginas abiertas.
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