jueves, 23 de junio de 2011

Caminan tibiamente abandonando el mundo: Franz Kafka y Felicia Bauer


Por Santiago Ocampos


En una plaza de Praga, de la literatura, Franz Kafka escribe con lápiz negro, sobre la mano de Felicia Bauer, los trenes ardientes de su inspiración,  calcinados de fuego por las futuras guerras de la teoría literaria. Psicológicos. Locos. Atormentados. Anochecidos. Teoremas irresolutos. En el insomnio de sus soldados acribillados, por la velocidad de la palabra, escribe Franz Kafka como un náufrago, como un mendigo sin abrigo, por las calles para llegar a tiempo a esa cita de amor. Memoria, cartas, presagio y futuro, ensoñación de un pensamiento, camina devastado por el miedo, por la precisión exigida, por el rictus inspiratorio, despejando la noche de las estrellas con los brazos, para hallar en sus ojos, en  sus lágrimas, a la mujer que toma de sus sueños las palabras   que copia al mismo tiempo que él las escribe en otra inmaculada noche, más personal, más intima, en otra habitación, en otra dimensión, en otro país; ambos van al mismo lugar, sobre los tejados, sobre ruidos, degustados por la boca tibia de la poesía que los besa una y otra vez, a medida que van llegando por caminos distintos al encuentro, con los cuerpos celebrados por el verbo van ocupando su lugar en la imaginación propuesta , cayendo de las constelaciones, de las madrugadas bebidas, Felicia Bauer y el escritor que le escribe una caricia que no termina, que no se anuncia, que no sabrá nunca que fue, si un cometa o una dulzura, ella igual la copia, la hace trizas de palabras para la memoria, en un banco de una plaza, de la literatura, con el aliento empapado del escritor en su mano, delicada, llenas de trazos, de caminos, de rostros,  escribe Franz Kafka su propio regazo, mezclando sus palabras en la textura de la piel y la delicia,  apoyando todo su peso, toda su herencia literaria, con sus huesos, su carne, sus velas encendidas contra una ventana, sus palabras magistrales galopando al infinito como caballos hambrientos, iluminados, sedientos, con lápiz negro en la mano de Felicia Bauer se van quedando para siempre sus gestos, sus rutinas, su despertar crucial entre los brazos de Circe que lo transformó del fecundo poeta de las horas más tibias de Berlín, del argonauta del futuro desnudo de una mujer, en el niño que nunca dejó de vivir adentro suyo.

9 comentarios:

Jorge n dijo...

Click en "muy bueno". Me hizo pensar si aquel guardián de "Ante la ley" no será esa mujer inalcanzable de la que hablas en el artículo. Larga vida a Kafka!

esteban lob dijo...

Brillante exposición.

Saludos.

Anónimo dijo...

fascinante!

MUCHITA dijo...

¡Buenisimo!

M.V. dijo...

Una prosa muy hermosa cuajada de imágenes poéticas. Un texto excepcional por su hondura y su belleza.

Patricia K. Olivera dijo...

Una belleza de palabras que envuelves a éste autor tan misterioso y místico y tan humano al fín.
Me siento honrada por saber que sigues uno de mis blogs, gracias!!

Un abrazo!!

Patricia Palleres dijo...

HOLA SI TE INTERESAN LOS TEMAS AMBIENTALISTAS TE INVITO A PASAR POR MI BLOG: http://masalladeloqueves.blogspot.com/

SALUDOS!!

PAT

NATIE dijo...

clap clap clap!
da gusto encontrar a gente que escribe asi!
te sigo
un diez por citar a kafka
http://lejournaldeprada.blogspot.com

Te lo digo con amor dijo...

Envolvente y lìrico relato. Lo disfrutè mucho.
Saludos,
Graciela