Rubén Darío es conocido por haber iniciado el
modernismo, ese movimiento literario cargado de cisnes y lleno de preciosismos.
Como todo hombre público, diplomático y periodista, tuvo sus detractores que se
encargaron de darle una mala fama. Algunas atribuciones están cargadas de
prejuicios. Es al día de hoy que este poeta constructor de neologismos, es
sujeto de prejuicios por muchas personas que intentan abordar su lectura.
Para comprender la obra del genial poeta,
debemos indagar en profundidad sobre la cuestión hispanoamericana. Octavio Paz,
Premio Nobel mexicano, escribe en El
peregrino en su patria, un ensayo titulado Pasados donde describe y, no con cierta polémica, que la Conquista
de América fue una traición de los propios dioses aztecas.
México
es un país poseedor de una doble violencia imperial y unitaria: la española y
la azteca La principal característica del modernismo era la impronta americana
de los que cultivaron ese estilo José Martí, Leopoldo Lugones, José Asunción
Silva. Todos eran hijos del mestizaje.
Otra de las grandes influencias que conoció
el escritor de sonetos y otras excepcionales composiciones, fueron los llamados
Poetas Malditos. Llamados así, tras un ensayo titulado de esta forma, de Paul
Verlaine donde se describen a 6 franceses que incursionaron en la escritura y
la revolucionaron. Entre los mencionados el más destacado es Charles
Baudelaire. Conocieron los honores, la marginalidad, la miseria y el abandono.
Y en tercer lugar hay que mencionar la patria
de Ruben Darío. Nicaragua es un país geográficamente hermoso. Antes de que
llegaran los españoles con sus caballerías medievales, vivía Nicarao, el señor
de los Quirianos, “los dueños de los del agua de aquí”, en Náhuatl, la lengua
del imperio azteca.
A lo largo de su historia, son constantes las
invasiones norteamericanas. En la década de 1850 se instala un gobierno de
Estados Unidos llamados los filibusteros que son expulsados en la Batalla de
San Jacinto. Hay un constante devenir de
gobiernos liberales y conservadores que se suceden tras enfrentamientos
violentos. De 1936 a 1979 gobiernan los
Somoza quienes son derrocados por la Revolución Sandinista para luego
instaurarse, definitivamente en 1990, un país democrático, que tras elecciones,
consagró a Violeta Chamorro.
Tras un breve recorrido histórico, y
retornando a 1880 donde encontramos al movimiento modernista, influenciado por
la historia de América Latina, la poesía
francesa y de alguna forma por ese olor a lluvia y sangre que trae Nicaragua en
lo más hondo de sus raíces. Rubén Darío definía este estilo nuevo como la forma
de “aprisionar el secreto de la música en la trampa de plata de la retórica”.
El español es reivindicado como un mundo de sonoridad
y a la vez hay una declarada búsqueda de la originalidad. El crítico español
Juan Valera dice que es un movimiento anarquista. Se retoma el verso
alejandrino medieval. Neologismos como liróforo (poeta), cultismos (úberrimas),
tecnicismos artísticos, voces exóticas, barbarismos.
El antimodernismo fue muy cruel. Tildaron al
poeta nicaragüense de alcohólico y hasta de homosexual. Poseedores de un
sentimiento galofóbico crearon obras de teatro para burlarse. Leopoldo Alas
Clarín decía “tiene el tic de la imitación y escribe por falta de estudio o
sobra de presunción. Sin respeto a la gramática, ni a lógica”.
Félix Ruben García Sarmiento su verdadero
nombre fue un niño prodigio. A los tres años aprendió a leer y sus primeras
lecturas fueron el Quijote, las obras de Moratín, Cicerón que sacaba en las horas de ocio del
armario de su abuelo. “Yo nunca aprendí
a escribir versos, ello fue en mi orgánico, natural nacido”. A los 13 años
publicó su primer artículo en el diario El Termómetro. Rápidamente fue el poeta
niño y se convirtió en la atracción de políticos que incentivaron y costearon
sus estudios.
De refinada y exquisita sencillez, encontramos
en sus páginas una historia única, la verdadera, la que late a la espera de un
hombre capaz de conducirla al mar de la memoria colectiva del pueblo. Con
conciencia de esta situación, en la soledad de sus pensamientos, imaginaba que
llegaba la triste princesa vestida de boda para fundirse en él y hacer un nuevo
hombre de la mixtura de la sangre y el verbo.