miércoles, 16 de mayo de 2012

Coraje Literario –Breves palabras en honor a Carlos Fuentes-


Santiago Ocampos –Desde el Círculo de Escritores del Comahue-

Que podríamos decir de Carlos Fuentes. No restan más palabras en algún diccionario para dignificar su tarea, para asemejarla. Quienes hemos compartido horas de lectura con alguna de sus novelas sabemos de la genialidad de este hombre. Voraz encantador de verbos, significaciones y reelaboraciones, de historias con personajes tan sencillos como Laura Díaz o tipos de la talla de Artemio Cruz.
Partícipe necesario del boom latinoamericano de los 60, sus novelas abrieron puertas y rompieron candados. Inspirado por  las musas desnudas de un país hermoso y contradictorio que es México. Hinchado de preguntas intentó responder en cada página, en cada accidente geográfico, en cada mar embravecido, las respuestas a una cultura donde el indio y el europeo tocaron sus lunas en la noche de las lágrimas de Guatemazín.
Entre sus manos pasaron muchos hechos importantes que marcaron la humanidad para siempre. Pero los de la propia sangre siempre tiran más. Por eso la Revolución mexicana tuvo su épica en los soldados de Zapata por el sur y Pancho Villa por el norte.  Y claro, Tlatelolco, la matanza de aquellos jóvenes que protestaban por algo que tuviera que ver con lo latinoamericano y no sonara a gringo.
Desde la Patagonia quisimos imaginarlo por un rato entre nosotros. Con su voz y su aplomo de escritor fecundo, que no dudaba de que estaba escribiendo para la historia, la nuestra, la de todos los días, la de aquellos que están descubriendo como él, en la intimidad de sus conversaciones, antes de cruzar un semáforo, que vivir sin escribir no se puede aunque con decirlo no alcanza, hay que tener fiebre, pasión y sobre toda las cosas agallas.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Sin llaves




Por Santiago Ocampos

Un vestido cae
sobre una boca abierta
que lo engulle desesperado
que lo va desabrochando del tiempo
que arrastra consigo el recuerdo de la noche
como un gemido único, timido, aullado
constelaciones que se tocan ardientes
 y se dibujan en la espalda que ahora desnuda
tiene frente a sí el destino marcado
por la violencia de la palabra,
la casa paternal es evocada como vientre
del que salen amapolas y otros relatos nocturnos,
 sueños y caricias ajadas que cortan con el filo de sus intenciones
que ahora convencen a la luna para que entregue
 su reflejo sobre el vidrio de la ventana,
los cabellos sueltos chocan unos y después otros
en la superficie de los dedos que huelen a arena mojada
 que lo hacen todo más difícil al demorarse,
este es el momento para que Barbazul la tome de la cintura
y la arroje dentro de la habitación de sus ojos grandes
quebrándole el cristal con que su alma sostiene su  mujer
que ahora está en manos de él y que hace
 añicos con sus besos voluntariosos.