miércoles, 29 de septiembre de 2010

EL HOMBRE LLUVIA –Comentario a la poesía de Hernán Riveiro*-

Hernán Riveiro es un poeta hecho para la lluvia, con todos sus significados, a lo largo de la historia de la literatura. Consternado por la soledad escribe con una dolorosa llamada a la ternura que, entre sus manos, se transforma en un profundo grito de silencio. Con el peso de la noche en sus hombros, emprende un camino personal al amor a lo largo de versos y versos, que brotan en el papel por el puro estar inspirado.

La ausencia es uno de los ejes que determinan la visión del hombre que, de un momento a otro, cruza la ciudad con la luz de las estrellas bajo una ensoñación que va abriendo el alma. Quizás, intentando dibujar la sombra de la dulzura de una mujer que voluntariamente traía sus flores al mismo espacio poético que hoy es desidia.

El diálogo aparece en la poesía como una constante esperanza de hallar afuera una respuesta a lo que sucede interiormente. Aunque muerde en la boca la persistente interrogación, la madrugada es un beso hondo y una desilusión al mismo tiempo. El sentido de la realidad está trastocado porque se confunden el verdadero espacio exterior y el tiempo propio de composición del escritor, logrando sumergirnos así en una atmósfera de la que la nacen “versos verdes y pegajosos”.

La memoria es un elemento obsesivo. El tratar de retener el futuro y el pasado en lo escrito es una característica predominante. El quehacer poético busca, en todo momento, ser fiel a lo sentido tratando de comprobar que lo percibido no haya sido un engaño. La palabra es puesta a prueba por el autor para no caer en el olvido.

“Pienso poesía y escribo mierda /la soberbia me subyuga”, este hablar a un referente invisible permite la utilización del lenguaje inteligentemente porque implica al lector una actitud de alerta ya que el significado del poema dependerá de él. El uso coloquial, elevado a literatura, nos da la llave para abrir la puerta semántica que permite adentrarse en la intimidad desde donde escribe el poeta refugiado del mundo. De pronto, caminar bajo una lluvia o bien derribar una pared serán el pretexto para ingresar a un “un pasadizo hacia mundos nuevos”.

La llama que enciende la inspiración es siempre una mujer. La presencia o ausencia de ella determinarán la suerte. Es ella quien pondrá término a la angustia o bien será su indiferencia la que hará de las palabras una nueva creación literaria. La mujer actuará también como una lluvia persistente. Es, en la nostalgia, un recuerdo tejido a mano por las lágrimas que serán el testimonio de un sueño en el que se está vivo a merced de una ilusión que perdura como el golpe de la llovizna sobre un papel vacío.

El amor en Hernán Riveiro es un prolongado insomnio, en el que en esa noche en velo pareciera querer comprender si es real o ficticio lo vivido. El cambio de un espacio a otro es un salto mortal o un “puente huérfano” donde pasará la vida entera por ese instante único, en el que la sombra de una mujer se desnuda en el espejo y queda tan sólo después un puñado de olores perfumados en el juicio de la conciencia que trata de escribirla repetidas veces.

Hernán Riveiro construye y celebra las imágenes que esgrimen sus deseos. En permanente fuga de un mundo que lo ahoga, que lo deja abatido entre las luces hipnóticas de la ciudad, sueña muy despacio y con la soledad prendida a la lluvia que inventa contra la ventana, imagina otra vida más enamorado que ayer porque todavía vale la inspiración, al menos, para poder sujetarse de algo y poner la realidad, la evadida, la negada contra las cuerdas con todas las ausencias que el día pudo haber traído a la memoria.

*Hernán Riveiro nació en La Florida, Provincia de Buenos Aires. Actualmente reside en Cipolletti y es miembro del Círculo de Escritores del Comahue. Preside la Cooperativa de trabajo “Club de artistas” y es redactor de la revista Alter Ego y está abocado en la preparación de su primer libro de poesía. Para conocer más detalles de la obra y del autor pueden encontrarlo en Facebook.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Esteban Echeverría

Esteban Echeverría soltaba las amarras de su barco trasatlántico. En Paris escribía sobre Buenos Aires. Pensaba de su territorio románticamente. Empeño. Sueño. Arma. Puñal. Preludio. Mariposas prendidas en las anclas del barco. A punto de ser el desierto. La falta de horas en el viaje. El género literario. Cronista de Indias. Cronista cautivo. La vergüenza patriótica izaba las banderas cuando emprendía a caballo el viaje hacia el muelle de la palabra como un caballero sin instrucción. A tientas como los amantes que no se conocen. Con la cordura. Con el hombre entero montaba. Pasaba la noche en un campamento cercano a la frontera. Divisaba el horizonte. Los pastizales y las aguadas. Detenía su mirada en las ropas. Lo que quedaba atado al mundo. Lo que lo precedía. Pasaba la noche soñando. Afiebrado. Entrando a una casa deshabitada de la infancia. La revolución y el pensamiento su sueño. Cada diez estrofas detenía la marcha. Se sentaba al fuego junto a los soldados y arrojaba su puñado francés como si fuera una mala sombra. Un agüero. Desde sus ojos arrojaba todo el idioma. En ese fuego en medio de la pampa una noche helada vio el rostro. Vio a la mujer entregada, que lo besaba, que lo salvaría, mirándolo, mirando crecer hasta la pequeña ventana de su bitácora el oleaje intempestivo del mar.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

FRENTE AL RÍO YANG-TZÉ –Comentario a la poesía de Héctor Berenguer*-

La poesía de Héctor Berenguer es el testimonio de una lucha constante entre el ser que salta del vacío al alma humana y la nada misma; entre la metáfora precisa y la invocación dulce para que llegue de una vez. Entre el retrato impreso en el sueño y lo contemplado que todavía no fue nombrado. Con la certeza de la angustia, del conocimiento de la propia fragilidad, de lo irremediable que es vivir, el viaje poético emprendido parte de algún lugar en la soledad de la noche con el sonido de fondo de una ciudad y el rumor incesante de las aguas de un río.

Al generar un espacio sin espacio, al decir de Roberto Juarroz, Berenguer intenta dar cuenta de la existencia del hombre, que pugna dentro de sí mismo, por volver a nacer, por volver a poner en correspondencia el pensamiento con el mundo exterior y retornar así al refugio intelectual creado a conciencia y a golpes fortuitos de imaginación.

La influencia de la concepción oriental sobre el tiempo hace que las imágenes, de pronto sean un remanso tibio donde el sol se apoya suave e ilumina el instante perseguido por la pluma. La paciencia es una virtud y escribir es el intento de reflejar fielmente la porción de mundo que el poeta describe una vez que alcanzó la iluminación.

La obsesión por el tiempo tiene su símil en un río: el Yang-Tzé, cuyas aguas eternas conducen indefectiblemente a la unión con lo absoluto, con el no ser, con la extinción del yo que se revuelve en sus propias tripas, que araña su cuerpo como una muralla; todo lo que es se aniquila, sus años, sus sueños, y desespera porque al igual que las cosas, pasa y vuelve al polvo.

La poesía es un sueño sin geografía, enajenada del hombre se mece en un columpio de vivencias y de reflexiones vagas. Al mismo tiempo que se plantea una búsqueda del sentido de la vida a través de la belleza, también existe una suerte de comprensión de que lo anhelado, lo motivado por el instinto en dejar constancia de lo observado, proviene de una urgencia demencial porque siempre se hace tarde.

El obrar del hombre en la vida se ve puesto en la perspectiva de un espejo. El propio ser no puede mirarse a sí mismo y recurre a los artificios de la literatura para hallar una respuesta satisfactoria sobre quién es en verdad. El poeta busca que otro lo lea, lo reconozca, que sea capaz de arrancarlo de la desesperación de estar vivo y de alguna forma, comparta el mismo tiempo interior que indefectiblemente se consume.

Se vislumbra en el quehacer poético, una constante dualidad expresada en el binomio luz-oscuridad. Los protagonistas de las poesías van de un momento de angustia a una puerta donde al abrirla esperan hallar una respuesta segura a la vida, a la existencia. Caminan o mejor dicho peregrinan. En el poema “Camino a Teh Chi” se observan los dos principios dinámicos creadores que en forma simultánea hacen la niebla y la luz.

Esta dualidad, influencia de la filosofía de Lao Tsé, rige como una campanada, un indicio para que el lector, a tientas, experimente hasta el final del texto el aguijón de una pregunta sobre la propia existencia, que lo hará retroceder y dudar si seguir indagando. El cuerpo poético está planteado en dos orillas, principio y fin, en los que el hombre grita hacia dentro y al mismo tiempo expresa hacia afuera la hondura de su caminar. A la vez que vive encuentra su desdicha: vive para morir. El silencio creador es día y noche.

Vivir significa para el autor un instante único, un privilegio al que estamos destinados desde ahora y para siempre. Es un “bautismo sin lágrimas” y, el hombre, ante el terror al vacio, toma conciencia de estar hecho para un solo momento pero también de que posee la “fragilidad de un hombre acabado”.

Héctor Berenguer es un autor inteligente, culto y avezado en navegar sin brújula los mares de la literatura. Con un lenguaje llano logra adentrarse en el corazón de todo ser viviente al anticipar sus preguntas. Conocedor de la luz y de la sombra, siente la constante urgencia por describir con precisión las imágenes que su mente graba. Sin perder la pasión, logra la plenitud semántica al construir una metáfora basada en pensamientos cotidianos. El tiempo interior es el motor narrativo de toda su poesía

La figura de Niggle, aquel entrañable personaje de Tolkien, pintando su propio paraíso, interrumpido innumerables veces por un mundo al que lo consumen otras urgencias menos la artística, se parece a la misma rabia de Berenguer por escribir estos soplos poéticos. El mismo apuro por terminar antes que el tiempo expire, por trabajar sin descanso y la apremiante necesidad de llevarse a la memoria todo lo que el río Yang-Tzé consumirá para alcanzar aquel conocimiento vedado a todo hombre, el que salva, el que hace renacer del canto de las cenizas.

*Héctor Berenguer es un escritor oriundo de Rosario que ha publicado numerosos libros de poesía y trabajos de investigación sobre literatura china. También se ha destacado como gestor cultural y coordina actualmente el ciclo "Poesía en el Círculo" en el Teatro del Círculo de Rosario como así también es uno de los organizadores de la Semana de las Letras y la Lectura, Encuentro Nacional e Internacional de Poesía. Para mayores datos del autor y su obra pueden buscarlo en Facebook.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Van Thuan

En la Fiesta de Asunción el hombre silencioso aceptó morir con Cristo. Caminaba con las ruinas del país. Las miraba irse por el reflejo de un espejo retrovisor como también iban quedando atrás las escarchas de las sombras de los pájaros. La suerte estaba echada. El espacio físico se volvía intolerable. Acorralado iba. Abandonado a la desdicha. La poca ropa del alma desgarrada. Las heridas que no cesaban de sangrar. Las manos atadas. Por la noche huía de su país dentro de su propio país. Surcando a bordo de la ignominia las cosas perdían sus nombres. Los ríos, las rutas ahora sangran con Cristo, por Cristo. Cada ruido era crucificado mientras era conducido. Cada ruido de ametralladora golpeaba en la cabeza como los clavos golpearon una vez la Cruz de Cristo. Era una yunta de bueyes la noche. Pasaba despacio, muy lentamente. Como si alguien hubiese dejado abierta una canilla y se escurriera toda el agua de la memoria. Trituraba el frío y no había forma de defenderse. El hombre, el profeta era detenido. El Buen Pastor era arrastrado a mendigar amor. Era sacudido del cuello de su alma para mendigar amor de nuevo. Estaba quebrado, roto. No olía. No comía nada. Era conducido hacia su celda. A la otredad de la vida, a la penumbra rota. A la cautividad lo conducían. No tenía credenciales, no tenía nada. Era por amor que lo llevaban. Por poeta. Por vietnamita era arrastrado contra el suelo verde de su pueblo. De los pulmones, de los intestinos, del estomago del pueblo era arrancado de cuajo como un terrorista, como un virus, como una peste bubónica. Fue tomado del vientre de una mujer que renuncia a parir. Sus ojos también fueron arrancados. Prisionero. Cautivo. Violentado. Lo quisieron hundir y lo hicieron morder el polvo del evangelio para que no volviera a él. Lo hicieron sudar sus palabras. Lo hicieron vomitar la historia por la boca. Le borraron las huellas de profeta. Lo intentaron borrar del mapa y empujarlo así al abismo del continente, empujarlo al sur para que calle de una vez. Lo rebajaron, lo escupieron, lo apedrearon con el vocabulario de la igualdad social. Eran voces que hablaban fuerte.. Y toda Vietnam surcaba por sus venas, por sus ojos. Van Thuan llevaba el mapa en el alma, conocía y palpaba sin ver la dulzura materna que encarnaba su pueblo. Reconocía sin luz el canto, la esperanza, la geografía física del amor que acariciaba el día entero cuando escuchaba la lengua natal. Hay que surgir, hay que romper la monotonía de los días. Mientras era conducido Van Thuan pensaba. Se enamoraba. Asumía a Cristo. Se rendía a la inclemencia del tiempo, al decreto del gobierno, a la paciencia. Se arropaba contra la esperanza, la llamaba, la besaba, la invocaba, la olía, la palpaba, quería que no se vaya, que no se esfumara, mientras era conducido escribía una poesía, la soñaba, la ilusionaba, la compartía con Cristo. Van Thuan llamaba a la esperanza a su lado, como una hermana penitente  que al abrir los ojos le hacía doler todos los huesos. Con las manos atadas era conducido el Señor Van Thuan, el obispo, el ángel sin alas, con las manos atadas pedía a Jesús una nueva alianza, en el suelo con las manos extendidas imaginaba otra vez que consagraba la vida, imaginaba una nueva entrega pero esta vez con las manos atadas, mirando al cielo, anudando estrellas con la palabra, pidiendo un nuevo pacto, una vez más, pero más urgente, ms doloroso, más profundo, porque el reclamo se volvía insoportable,  casi inaudible, porque todavía no era la mañana que volvió caminando a su lugar de trabajo abriendo la tierra de la futura cosecha con sus propias cicatrices.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL ESPEJO DEL CIELO –Comentario a la poesía de Javier del Cerro*-

Por Santiago Ocampos
 
Javier del Cerro es un poeta comprometido socialmente. Amante de los breves instantes, en los que detiene su vida, para escribir sobre los cielos colmados por los reflejos de miles de nombres sin enterrar. Con la boca a punto de estallar se desparraman por su memoria, como un atlas geográfico, los hechos de la historia de Chile que condicionan su mirada y también su esperanza en detrimento de una justicia lenta.

La metáfora dignifica la tarea del poeta al describir las sombras y los espacios que golpean su recuerdo inundándolo de palabras colosales, de mares infinitos, de abisales donde no llega la luz. La sinestesia, la fusión de sentidos, convierten a este relato épico en la ensoñación de un profeta que busca la memoria de los que perdieron la voz.

Siguiendo la vasta tradición poética chilena, la poesía es una pulsación, un signo vital, un refugio posible, una celebración que se canta aunque nadie pueda escucharla. La función del poeta es alumbrar, en ese camino emprendido hacia el vientre natal de Chile, los rostros que necesitan ser llamados por su nombre.

El lenguaje posee una riqueza semántica muy profunda. Tanto la sonoridad como la calidez de las recreaciones ficcionales, permiten que la narración sea una suerte de batalla entre el deseo anhelado y la realidad objetiva. En la que el héroe, por el uso de la palabra, es el fundador de un nuevo tiempo, aunque el resultado sea descubrir que la propia vida es todavía una reflexión caótica que gira sobre qué hacer con las utopías.

Para el autor, la poesía representa una herramienta eficaz y capaz de cavar en las honduras de la tierra y del mar para hacer regresar a los muertos queridos. Es un tesoro invaluable que permite volver al presente las manos, las caricias y la dulzura de los que cantaron alguna vez el amor, que de esta forma vuelve a la superficie de la memoria personal en forma de nube, de pez, de cielo. La misión del que escribe es devolver la palabra a los que no tuvieron tiempo de conjugarla con la belleza que este cuerpo de poesías presenta bajo una particular visión.

La obra de Javier del Cerro es una propuesta audaz que implica emprender un viaje, un recorrido místico por los caminos del país trasandino y al mismo tiempo es cargar con una pesada herencia, la de la injusticia, la de la pobreza que duele y la del ayer, tuerto, ciego que no tiene nombre. Al decir de Juan Gelman “algún día condecorarán al poeta por usar palabras como fuego, como sol, como esperanza, entre tanta miseria humana, tanto dolor, sin ir más lejos”.


Un anticipo de su obra:

Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos

amamantó a siete hermanos

a ocho hijos de su dios.

Mató a los hombres de la tribu por golpeadores

y me fue a parir entre ballenas.

Es la Aya más bella y huele a flores del mar.

Llenaba mi boca de leche volcánica y me bañaba en un río espeso.

Yo, su pequeño acicalaba mis alas torpes.

Mi madre es una hermosa Aya de tres pechos

viaja con un arpón de oro

y canta hermoso como diez sirenas.


*Javier del Cerro es un poeta y dramaturgo chileno oriundo de la ciudad de Coquimbo. Ha escrito varios libros y obtuvo diversos premios regionales y nacionales por su labor poética. Actualmente preside el Centro Cultural Coquimbo y dirige el Proyecto “Cultural Coquimbo Restobar Sub”. Para mayor información sobre el autor y su obra pueden encontrarlo en Facebook.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Charles Baudelaire

Por Santiago Ocampos

En su seriedad la simetría, la conjetura de un sueño, de una particular forma de ensayar la literatura, el poeta, el albatros, el hombre perseguía en su jardín a las musas, a las poesías tanteando a oscuras la luminosidad de una piel estrellada contra las rocas como un oleaje dulce, enorme como su pensamiento, francés, caballero, letrado elegido, selecto, representante del final, actor, dramáticamente perfumado por la tierra, por la carta natal, ángel del infierno, tiniebla, escrito bajo la disciplina de la magia, de la metáfora eterna, palabra larga de rezo infinito, lluvia, puro retrato, afiche de taller literario de estación de tren abandonada, poeta del sacrificio, borrador gramatical, Eneas, Virgilio francés, estigma, gracia, las vírgenes desnudas pasan por su boca de pólvora, omnipotencia de sus propios dioses inventados, relato de una calle francesa, noble, encuentro de poetas de provincias, artilugio antiguo, crónica napoleónica anotada en la humedad de un libro viejo, referente multifacético, hechicero de Atenea, brujo, condenado a la hoguera por sus contemporáneos, fatiga incansable, escritor predestinado a la nada, foto de una época, decadente, impropio, espejo, fantasma, adverbio del verbo, raíces subterráneas de una época por nacer, abrazo del espacio invisible, marejada, lengua enamorada de sí misma, estampida, escuela, moderno, gigante sin sueño, sin fisuras, pared blanca de bar de mala muerte, bosque, símbolo, pájaro, amor de Swan, caricia de Madame Bovary enhebrada por los dedos de Flaubert, obediencia, estoicismo de Adriano, pulcritud, extranjero, peregrino, aburrido, figura repetida, francés, náusea, revolución de palabras ametralladas en un pelotón de fusilamiento a la manera de Goya pero en una noche de inspiraciones humilladas, nata dura de una taza de leche, imagen del imposible, soñador, vuelco a la realidad, letargo, bostezo profundo, maldito, ególatra, único, joyceano por asociación, freudiano, pálido, enviado, estrella, azúcar, café de una tarde de Buenos Aires, clásico, cita impostergable, murmullo, gentío de un mercado de Rabelais, Paris debajo de Troya, ícono de una generación, índice de un intelectual, agüero insustituible, violento, fugaz, trueno, campo semántico del delirio, equilibrio de una nube gris que no lloverá, ciudad romana cedida a los bárbaros, bizantino, ilusión, teatro griego vacío del siglo veinte, huella, pisada, río indescifrable, hombre, albatros, Charles Baudelaire.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Despertar con los ojos cerrados –Crítica literaria de Ángel de Pablo Mariosa*-

Por Santiago Ocampos

Ángel es una novela psicológica polifónica que recrea el mundo interior de los personajes a partir de la referencia de sus palabras, único vestigio de la existencia de una realidad objetiva. Lo que se narra es un fragmento decisivo en la vida de Francisco, un hombre normal que de pronto despierta a un mundo distinto producto de su construcción subjetiva. Esta situación, lo obliga a comenzar una búsqueda interior para volver a resignificar todo aquello que antes carecía de sentido.

Semejante a un artista, Francisco siente la nueva inspiración como un puñal semántico, que le hace dudar hasta de sus propios sentidos. Lo que antes era fútil cobra un nuevo relieve. La necesidad de encontrar un sentido a la vida lo hunde en un estado de ánimo cercano a la nostalgia y a la depresión.

No podemos tomar noción del devenir de los días porque el tiempo es psicológico. Es el rictus inspiratorio el que permite tener la certeza de la progresión narrativa. Los cambios de escena son indicios de que la imaginación impone su ritmo. De un momento a otro, podemos pasar de la imagen de una cena en pareja al descubrimiento de un detalle que antes no era visible sin ninguna señal del cambio.

La novela está dividida en dos partes. En la primera, el protagonista descubre que detrás de la apariencia de las cosas reales, existe un mundo al que sólo tienen acceso aquellos que dominan el oficio de escribir. Justamente allí es cuando aparece Ángel, un muchacho de quince años, al que conoce de manera fortuita. Entre ellos nace una amistad singular marcada por el hecho de que el joven conoce todos sus pensamientos.

En la segunda parte, Ángel, del que sólo tenemos vagas referencias, en circunstancias poco claras decide morir. A partir de esto, la búsqueda de Francisco se vuelve más consciente, en consecuencia, se abandona con mayor asiduidad a sus ensoñaciones que van cavando cada vez más hondo su alma.

En este profundo decaimiento de Francisco, aparece el Padre Gabriel, su hermano, quién presa de sus propios delirios, acude a rescatarlo. Este encuentro, desnudará aún más al protagonista, que por todos los medios tratará de tejer las múltiples voces de los recuerdos de la infancia y de la propia vida adulta. La fragilidad espiritual de ambos genera una atmósfera espesa que permite intuir un desenlace inesperado.

El amor es uno de los ejes. En principio es una pregunta dolorosa ¿Qué es aquello que estoy amando? ¿Qué significa Amar? y luego una respuesta vacía. Es un constante anudar recuerdos en un pañuelo para tratar de sostener, en el presente, el derrumbe inevitable. En los ojos de Mariela, su mujer, ve Francisco navegar su alma hacia un mar desconocido llevándose a cuestas el pasado con ella. Presiente que fue otra persona en otro tiempo no muy lejano y siente su alma pesar más que su cuerpo al ahogarse en las palabras de la incomprensión.

Cada vez que en la narración se afirma, al mismo tiempo se interroga. La incertidumbre está empapada por las miradas, que intentan, de alguna forma, hacernos tomar conciencia de que existe una realidad sensible. La sensación permanente es la de encontrarnos atrapados en un mundo del que ya no podemos escapar, distorsionado por la reflexión nihilista de Francisco que intenta recomponer el hilo del relato.

El espacio exterior actúa como reflejo de lo que pasa en el interior. Ángel representa la inspiración plena y tiene la vocación de llevar consigo las palabras que nos hace pensar si estamos vivos o muertos, si estamos despiertos o soñando. El subterráneo, un lugar común, anónimo, sucio, siempre abarrotado de gente, adquiere la significación de ser el lugar de la revelación y el inicio de una búsqueda.

Pablo Mariosa es un escritor de una ansiedad ígnea, deseoso de volcar con justicia las mismas imágenes que su capacidad imaginativa revela. Heredero fiel de sus antecesores de la novela psicológica, lleva las palabras del campo de la realidad al interior de su alma para imprimirles la agobiante necesidad de tener que escribirlas. De vastos recursos narrativos utilizados con aguda inteligencia, Ángel es una obra con un fuerte carácter reflexivo que nos permite repreguntarnos a la manera de Juan Carlos Onetti, si incorporar la ficción a la realidad no es una salida válida al existencialismo francés.

Para adentrarnos en este mar de voces y ruidos hay que cerrar los ojos y sentir como el sonido de la ciudad se asemeja a los pensamientos de Francisco. Hay que tomar coraje para emprender la lectura porque así como podemos estar con los pies en la tierra, de pronto podemos estar sobrevolando una batalla de tambores que acompañan el movimiento del alma del nacido escritor. Con la música metida de cuajo en las palabras, esta sinfonía semántica que plantea Pablo Mariosa, devuelve al viejo teatro del mundo de los libros, aquel sueño fingido, del que Calderón de la Barca intentaba también despertar, para perpetuarnos por el misterio de la inspiración.


*Para conocer más sobre el autor y su obra remitirse a:  http://www.plablomariosa.blogspot.com/

sábado, 4 de septiembre de 2010

El genio literario

Por Santiago Ocampos

El genio es un hombre. El genio es de otro tiempo. Vive en el futuro porque su cuerpo es del pasado. El genio es poético. El genio suena a otro mundo. El genio es censurado por la crítica. Es bastardeado. Es colgado en un afiche. El genio es literario porque después de él nada de lo que se escriba volverá a sonar literario. El genio es un enamorado de pocas palabras porque en el papel lo dice todo. El genio espera a Penélope. El genio enamora mujeres de carácter. El genio es la rutina del talento. El genio es el exilio del pan. El genio es un viaje de ida. El genio es un avión caído en plena selva. El genio es un primer beso en un cine de barrio. El genio es una ola gigante que lo devora todo. El genio es el ruido y las nueces. El genio es la caracola de Neruda. El genio es la tradición ígnea de la metáfora. El genio es la vuelta al mundo en palabras. El genio es un querer siempre personal. El genio es el mineral de los sueños. El genio dirige la pasión de las lunas de septiembre. El genio es una escalera de madera que cruje. El genio es una confesión para pedir asilo político en el cielo. El genio es malabarista en el circo de la justicia. El genio es la necesidad del llanto de un niño. El genio es la desolación de lo absoluto. El genio es el deseo de crecer de una babosa. El genio piensa las palabras que no se animará a volcar en el papel. El genio es la fiesta del abrazo invisible. El genio camina por la peatonal de las estrellas con los pies descalzos. El genio sostiene el aliento. El genio puede predecir la herida del golpe. El genio es bien recibido en infinitas moradas. El genio inventa el vacío antes de caer en él. El genio enhebra los nombres que golpearán su puerta por la mañana. El genio nombra al lector a pesar de los siglos de distancia. El genio es el movimiento y la escritura al mismo tiempo. El genio es una alucinación de verano. El genio es la belleza. El genio es el silencio que crea. El genio es el sueño con el que abres tus ojos. El genio son los pájaros de la mañana reflejados en el cristal de tu ventana. El genio escribe tu futuro en las pobres líneas en las que apoyas tus palabras. El genio es el general que firma mi rendición frente a tus navíos solitarios anclados en un puerto abandonado. El genio es el emisario de lo que no puedo decir. El genio nos inventa un páramo desierto donde vernos. El genio nos hunde definitivamente en un instante que se consume indefectiblemente. El genio nos olvida al final de un capítulo al temblar su pulso mientras la lluvia imitando sus manos desdibuja la madrugada. El genio literario imagina ese intento, tan humano, por encontrar ese puñado de palabras que te nombran, al menos una noche, para inspirar otras poesías, las personales, las mías, las que los dos sabemos de memoria.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las geografías de la incertidumbre –Crítica de “Malditos Animales” de Pablo Tolosa*-

Por Santiago Ocampos

“Malditos Animales” es un libro compuesto de 18 cuentos y un relato largo denominado “El cáncer de las cosas”. Los protagonistas de estas páginas se enfrentan a animales que se constituyen como objetos que interactúan con el género humano apareciendo, desapareciendo, vengándose y tomando partido por lo que les corresponde. Estos enfrentamientos trastocan el sentido de lo real que rompe sus leyes físicas, convirtiéndose el instinto en el único elemento para intentar sobrevivir.

La característica común de los personajes es que caminan permanentemente hacia un destino común. Ambos, animal y hombre comparten el sino trágico del cazador que inesperadamente puede ser cazado. Ese movimiento perpetuo de ir hacia algún espacio, físico o psicológico hace que la narración tense progresivamente la cuerda del misterio. De pronto, lo cotidiano se transforma y rompe su cristal sumergiéndonos en una realidad a la que sólo podemos aceptar si es parte de una pantalla televisiva.

Al narrar en primera persona, el horror se vuelve más espeso y de alguna forma la violencia espectral, con que la palabra es desnudada, nos deja sin aliento y la densa atmósfera se instala como una tormenta de verano. La adrenalina surca con fuerza por las venas del cuerpo y, presa del pánico el lector de pronto suda, grita, caza los mosquitos con la palma de una mano o bien vomita, a la vera de un camino, la bilis acumulada por el vértigo semántico al que el escritor invita.

Los elementos de verosimilitud, a lo largo de los textos, hacen posible creer en la probabilidad del suceso fantástico. La ruta vacía, con todas sus características a cuestas, enciende el motor de las expectativas al confundirse este espacio con la realidad psicológica del protagonista. Las descripciones tienen el impulso y la voracidad de la poesía que elimina los indicios temporales. Expresiones como “una huella que aún no es cicatriz” son una ventana abierta a un futuro próximo que aún no existe, un significado que todavía no ha llegado a su plenitud. El protagonista y el lector son parte de un mismo destino: la incertidumbre.

La forma dialogada permite ir y volver de la exterioridad, donde se desarrolla la acción, a la interioridad tejida por el instinto. Este movimiento pendular semejante a una hamaca logra que estos dos espacios narratológicos se confundan para finalmente terminar fundiéndose. En el constante devenir, la trama atrapa de tal forma que las viejas resistencias ceden a la imaginación, que se rinde al fétido aroma de un pájaro inventado o al angustiante dolor de una picadura.

El lenguaje, propio del habla cotidiana, es elevado a la categoría literaria. Justamente estas palabras vulgares y torpes construyen la precisión y sitúan las escenas a un orden al que pertenecemos, por lo cual las historias contadas ganan en credibilidad. Al no estar forzadas recrean, con inteligencia, el uso lingüístico del lugar donde se desarrollan las acciones que, al contextualizarse en un espacio conocido, logran cierta naturalidad permitiendo que el nudo argumentativo no pierda la soltura del ritmo propuesto.

El eje temático del libro es la muerte, que puede vislumbrarse por medio de tópicos y también en el discurrir de la angustia existencial que dejan traslucir los personajes. La presencia de los animales, la anticipan como emisarios de lo irracional, de lo imprevisto, de lo demencial. Son el límite físico y tangible entre lo fantástico y lo cotidiano. La muerte es arrojada al género fantástico, no es de este mundo y sólo puede ser retratada por medio del veneno de la ensoñación fruto de la coacción de un monstruo o de unas hormigas que de pronto deciden quien sobrevive. El instinto del animal representa la búsqueda humana por encontrarle un sentido a la vida.

“El cáncer de las cosas” si bien rompe semánticamente con el resto del libro, no escapa a esta recurrente indagación sobre la muerte. Al contrario, allí se torna aún con mayor evidencia. En un lugar, similar al pueblo de Comala que aparece en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, los binomios antagónicos permiten la construcción del relato de un hombre que piensa, a medida que emprende un viaje psicológico que lo lleva de un velorio a su casa, del sueño a la realidad, del amor al abandono, de la tele apagada a la encendida. Permanentemente la interioridad del personaje sacude su látigo de preguntas sin respuestas. El camino de la vida se destruye ante la impotencia de no poder detener el tiempo que es un cáncer que aniquila todo lo existente.

Pablo Tolosa es un escritor con una prosa al mismo tiempo, violenta, enajenada y enamorada. Es un orfebre que pule palabra a palabra y las coloca de tal forma que imprime en ellas todo el peso de las dudas existenciales. Con un estilo dialogal más cercano al territorio de la poesía describe con profundidad el espacio interior de los personajes posibilitando que el tiempo psicológico construya el movimiento de la narración hacia su desenlace.

Abrevando de las fuentes de Guy de Maupassant y de Bécquer, este escritor rionegrino esgrime con destreza la temática, que la vieja guardia del romanticismo donó a la historia de la literatura, como la obsesión por la muerte impulsora de la angustia, la evasión de la realidad y la construcción del acontecer mítico, la fascinación por la naturaleza y la utilización de la primera persona para narrar.

“Malditos Animales” es la lucha profunda del hombre, que encuentra en el reflejo del guardabarros de un auto o en la huida de una sombra, la caducidad de su propio cuerpo al que no le puede evitar la angustia, el sufrimiento y por eso busca en el instinto una salida que lo aleje de su propio yo. A raíz de ello, es que estos escritos tienen la urgencia de un poeta y la paciencia de un narrador, que al igual que un cazador, busca ese instante supremo en el que se descubrió libre de su propia sombra, para comenzar a borrar con un lápiz, las fronteras de la realidad y la ficción, de lo racional y de lo irracional, de lo animal y de lo humano hasta hacerlas desaparecer con él adentro.

*Este libro de cuentos obtuvo en marzo de 2010 el Primer Premio del Fondo Editorial de Río Negro (Argentina) en su categoría. Para mayor información sobre la obra y el autor remitirse a esta dirección: http://www.malditosanimales.com.ar/