sábado, 31 de julio de 2010

Del periodismo a la esgrima literaria -aproximación a un fragmento de A sangre fría de Truman Capote

Por Santiago Ocampos

Benito Pérez Galdos en su discurso, en la Real Academia Española, con motivo de su recepción, en 1897, manifestaba que “…Se puede tratar la novela de dos maneras: o estudiando la imagen representada por el artista, que es lo mismo que examinar cuantas novelas enriquecen la literatura de uno y otro país, o estudiar la vida misma, de donde el artista saca las ficciones que nos instruyen y embelesan. La sociedad presente como material novelable (…) “.

El genial autor español, de obras como Trafalgar, Marianela, Misericordia, describe en estas líneas muchos conceptos del movimiento literario decimonónico denominado “Realismo”. Estos conceptos serán tomados por Tom Wolfe para fundamentar e intentar definir el Nuevo Periodismo.

Para lograr una mejor aproximación a la obra de Truman Capote, tomaré de su libro un fragmento. Como un médico separa del conjunto del cuerpo una parte del mismo para llevarla al laboratorio, tomaré del libro A sangre fría precisamente esto, un fragmento, el primero de todos, la primera pincelada del escritor.

Los escritores realistas escribían con los cinco sentidos, los periodistas del nuevo periodismo también lo hacen. Entonces lo que el ojo ve, lo que las manos tocan pueden convertirse por un artificio intelectual en los ojos y las manos del lector que asombrado manifiesta las mismas sensaciones, el mismo asco y la suerte de los protagonistas.

A sangre fría empieza con la descripción de un pueblo como si se corriera con prisa el telón de una obra de teatro. Somos espectadores, pero a la vez se nos permite intuir, adivinar, presagiar. “El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras (…)”.

Truman Capote quiere que miremos con sus ojos. Este artilugio literario es conocido como “punto de vista en tercera persona”, técnica que presenta cada escena al lector a través de los ojos de un personaje particular. El autor protagonista así es como nos posiciona bajo sus mismas expectativas, su propia ansiedad y su propio interrogante ¿Pudo suceder en un pueblo como Holcomb un hecho tan atroz?

Es una técnica muy común del realismo presentar la escena, donde se sucederán los hechos, en forma similar a un director cuando dispone el escenario en el teatro. Esto nos permite tomar distancia y conciencia de lo que se desarrollará en breve. Asistimos así teatro de la vida, tan característico de las obras de Shakespeare o Calderón de la Barca.

Luego de situar, de acomodar los elementos de la escena, Capote necesita que visualicemos los personajes. No los protagonistas, sino aquellos que comparten y viven con ellos. De de esta forma se crea un clima de verosimilitud, una atmosfera en la que el lector se envuelve con la prisa propia del estilo y lenguaje empleado por el autor. Nos prepara para asimilar el horror.

Inmediatamente después volvemos a los detalles del pueblo. Se nos indica cómo llegar, que ruta tomar, en que espacio de la tierra está ubicado el epicentro de la acción. Tom Wolfe lo llama cambio de escena, la historia salta de un espacio a otro, quiere romper con el eje cronológico. Capote nos lo hace saber con inteligencia, no quiere que sepamos que va a pasar. Renuncia a su ansiedad y descansa con cada cambio de vestuario, de montaje.

Pero hacia el final del fragmento se abre un surco en la tierra. El cambio de escena es hacia el futuro. El escritor conoce el final y nos lo hace saber. En un pueblo como Holcomb sucede todo y la pluma, que no descansa sobre el papel en blanco, nos invita a no cerrar los ojos, a respirar junto a él su miedo, su sudor que cae gota a gota en el reflejo de la noche contra un escritorio.

A sangre fría es, narrativamente hablando, el recorrido de una piedra que estrellará todo su cuerpo contra un espejo, lanzada a una velocidad y con una violencia tal que solo puede encontrar su alter ego en la escritura nerviosa, como un trigal frente al viento, de Capote.

miércoles, 28 de julio de 2010

Jorge Luis Borges

Por Santiago Ocampos

Jorge Luis Borges hundía sus ojos en el laberinto. Creyéndose avezado en cuestiones de escritura tomaba con sus dedos la mirada de la noche. Bebía la luz, de golpe como un borracho desarmado, de a poco la figura de su hombre iba metiéndose en la geografía física y mítica, de a poco iba abandonando las ropas, la vergüenza, el tiempo pasado, la lectura azucarada, la rima perfecta, de a poco iba adentrándose apretando la punta de un hilo como única guía, el porvenir crecía con las flores, flores de nombres indescifrables, platónicas, jóvenes, esferas luminosas, planetas, el niño dejaba atrás sus prejuicios, su inscripción a la ironía porque perdía la inocencia, el pecho desnudo, traduciendo la conspiración de su propia palabra, el niño iba apretándose al hilo como si le faltara el aire, buscando el centro iba yéndose, buscando el crepúsculo, lo vital, aferrado a la filosofía de lo eterno, distancia cósmica, el instinto le iba diciendo que la utopía estaba unos pasos más allá, que el aliento de Teseo estaba unos pasos más allá, ardiente, presagiándolo, esperando el rescate.

domingo, 25 de julio de 2010

La Leyenda de un héroe -Crítica de Yo el pájaro y el cielo de Matías Stiep*-

Por Santiago Ocampos

Yo el pájaro y el cielo es un libro que trata la vida del Teniente Manfred von Richthofen conocido como el Barón Rojo, a través de sus ojos, de sus alas. Ambientada en la Primera Guerra Mundial (1941-1918) la narración es una barca impulsada por los vientos de la guerra. En una atmósfera plagada de sangre y muerte, el famoso aviador líder de un grupo de combate, especialmente armado para defender a Alemania, no pierde las esperanzas de llevar a su patria a la victoria hasta las últimas consecuencias.

Esta novela está planteada desde un juego de oposiciones que permiten que las palabras no tropiecen y el ritmo no decaiga ni un instante. En la dualidad planteada encontramos en primer lugar el cielo y la tierra. El cielo actúa como el tópico literario del lugar agradable (locus amoenus). En este espacio el personaje principal se abre porque siente placer, es él mismo. Se permite la confesión y podemos conocer su esencia, sus verdaderos anhelos. De esta manera también actúa la casa paterna donde herido Richthofen vuelve para sanar sus heridas. El contraste es el espacio en el que se desata la guerra, donde caen heridos sus compañeros, donde no se puede titubear porque matar es la condición para no morir.

La tierra pertenece al campo de lo salvaje. Los hombres pelean cuerpo a cuerpo. La caballeriza es derribada con facilidad por las nuevas armas que cambiarán las estrategias bélicas de entonces. Es así que todo lo que sucede allí lo convierte en un lugar tenebroso siguiendo el análisis tópico de Ernst Curtius.

A pesar de que las batallas transcurren en el cielo, este no se transformaría en un lugar detestable porque es allí donde imperan los más altos ideales que Impulsan al Barón Rojo a pelear, a dar su vida en desmedro de sus intereses personales. Es esto una nueva oposición, el amor individual y el amor colectivo primando este último. Katherine, la enfermera que cuidará de sus heridas y se enamorará perdidamente de él, a pesar de su tristeza sabe que no puede pedirle, a nuestro protagonista, que rechace el amor por Alemania. Allí en las alturas está la salvación y el espíritu de lucha del pueblo.

Incluso hay una escena, casi al final del libro, donde se relata la búsqueda de un gato, trepado a lo más alto de un árbol por parte del Barón Rojo, que obligado por su padre, debe rescatarlo. El bajar con el gato significa el éxito del orgullo que arriesgando todo da su vida en pos del inocente. Posteriormente al bajar su Padre, representante de una vieja generación, fusila al animalito demostrándole que al enemigo no hay que tenerle piedad. Nuevas dualidades, un nuevo juego, dos generaciones, y la antinomia amigo y enemigo. Abajo el horror, arriba lo bueno.

Las hazañas en el cielo y hasta la muerte son condecoradas con múltiples flores y medallas. De alguna forma significa haber alcanzado la gloria celestial; es el retorno a Dios asegurado porque se muere en un espacio, donde se desarrolla y converge, el verdadero espíritu del pueblo por encima de las trincheras infectas.

Matías Stiep es un escritor apasionado por el detalle, que conoce cada punto, cada letra de sus obras, no deja nada al descuido logrando así una narrativa eficaz. En cada batalla descripta nos invita a sumergirnos en el olor de la pólvora, el humo, el terror con un estilo práctico, sencillo por lo que el argumento no cae en el vacío. Es un libro que nos plantea el sentido de la guerra, el por qué los hombres perdemos la cordura. Es el testimonio agudo de un hombre que a pesar del horror se resiste a serlo y cree en la historia de su pueblo, en su orgullo, en la Insignia que porta. Es la historia de un pueblo en la voz de un pájaro, una leyenda.


*Este libro obtuvo el Primer Premio de Novela del Concurso llevado a cabo por el Fondo Editorial Rionegrino en marzo de 2010 posteriormente fue presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires en mayo del corriente año. Para más información sobre el autor visitar su blog: www.jardindebolsillo.blogspot.com

viernes, 23 de julio de 2010

El hombre desinformado -Crónica verosímil de un pasajero en un aeropuerto argentino-

Por Santiago Ocampos

Tener que emprender la tarea de hacer las valijas es unas de las acciones más gratas cuando preparamos un viaje. Por vacaciones, visita de familias, todos emprendemos alguna vez la tarea de partir hacia algún lado. Pero al llegar al aeropuerto, después de que nos ayuda a despertarnos el taxista que tocó 15 veces el portero eléctrico, nos encontramos con una realidad ajena a lo pensado. Películas como La Terminal de Tom Hanks reflejan lo que viven miles de pasajeros, cada vez con mayor frecuencia, en los aeropuertos argentinos.

Al llegar a la estación área lo primero que uno hace es revisar si uno no olvidó los pasajes. Se instala en la fila y espera pacientemente. Es temporada de invierno y el frío consume los huesos. Al llegar al mostrador informan que el vuelo está demorado. Jamás cuanto hay que esperar, simplemente es una contestación seca lo cual hace presagiar una larga estadía.

Las causas tampoco son claras. Uno se va enterando de a poco de lo que sucede. Primero las condiciones climáticas, luego algún otro vuelo que salió tarde de otro destino, para más tarde enterarse de que el sindicato de maleteros está en huelga, seguro mañana será el de pilotos y pasado el de azafatas. Al tomar conciencia, entiéndanse dos horas después de que no hubo novedades sobre salida alguna, la espontánea rabia, pasajera, comienza a tomar posesión de cada músculo del cuerpo.

Como un hombre desinformado, después de consumir el diario gratuito, que por cierto era para leer en el avión y que tampoco dice nada sobre las pretensiones de los maleteros, pasar a beber o tomar un café se constituye en una fuerte inversión monetaria por los altos costos de las confiterías que a precio dólar despliegan sus mejores ofertas. Si se consigue una mesa no queda otra opción que asumir el riesgo y pedirse un buen tostado. Ya llevamos 4 horas y uno pasa del nerviosismo a la desidia. Los fumadores corren a la vereda.

Es curioso, pero en situaciones como estas gana la solidaridad. Los demás pasajeros como cautivos del Dios Mamón de los bares y de los maleteros que a esta altura deberían ser excomulgados del paraíso al que pertenecemos los que deseamos viajar. Esta asociación espontánea, comienza siempre con un comentario en contra de la empresa para dar lugar a otro hasta encadenar una seria de oraciones que a las 5 horas ya no tiene más sentido. Pero hay una suerte de humanidad en el aire y uno hace nuevos amigos, efímeros por cierto, pero unidos al fin por un mismo objetivo: golpear a los voceros de la aerolínea y llegar a destino.

La ira se desata cuando la hermosa representante de la empresa, que exhibe su nombre como una idiota útil expone de memoria los argumentos de la empresa y deslinda de responsabilidades a sus superiores quienes la enviaron para recibir la catarata de insultos. Mientras en la pista los malditos maleteros desafían las autoridades con gestos propios de la hinchada del Club Chicago. Una escena propia del Dante. Las puteadas son una sola voz, un cuerpo colectivo y eso nos mantiene humanos. Somos humanos y no el número de ticket. Casi que le exigimos al capitalismo nuestra correspondencia con el género de carne y hueso.

A las 8 horas, luego de perder el efectivo en sándwiches, gaseosas, cafés y chicles, caminamos todos enajenados por los pasillos del aeropuerto reconociendo sus graffitis, la silla rota y otros detalles absurdos. Reconocemos al mismo nene, al hombre de bigotes de Comodoro, a la embarazada de Salta y así es como dejamos de ser un ticket y pasamos a tener nombres y apodos. Inventar historias en estos casos es muy divertido. Algo de eso intuyó Cortázar con su autopista famosa.

Con el saco arrugado, las piernas entumecidas, el aliento a tumba, sentados en el piso, por fin el altavoz anuncia la partida de un vuelo con destino a Río Gallegos. Los abrazos, los besos, despedirse de todos. Cuanta alegría. Inmediatamente formamos en fila india, la solidaridad desaparece, ahora es cada uno con pasaje en mano y documento, es uno solo por asiento. Nuevamente el altavoz esta vez para anunciar la salida del avión presidencial. Otra vez los de abajo debemos esperar aunque ahora surge con más fuerza el rumor de que los maleteros arreglaron. Pasada la medianoche, los pilotos inician una huelga.

jueves, 22 de julio de 2010

Julio Cortázar

Por Santiago Ocampos

Julio Cortázar tomaba una piedra, tocaba su frente, exageraba el gesto, y saltaba del tiempo anteponiendo su propio cuerpo para salvar a la literatura de la realidad. Con la otra mano tomó una tiza y empezó a dibujar la imagen del cielo sintiendo la respiración de las baldosas sobre la vereda. Comenzó a trazar un páramo. Un animal. Un cráneo de palabras. Una morada terrenal pero poética. Asomó por el límite y tuvo miedo. Vio su sombra cubriendo las ramas del dibujo. Tuvo la valentía. Tuvo la prosa a su favor y desapareció como un barco por el horizonte. Supo que era un niño. Un argonauta. Un soldado en un espacio sideral y descubrió la superficie del amor. Invulnerable. Axiomática de Rocamadour que lo perseguía a lo largo de la escritura tras sus pasos que iban adentrándose por las calles de la noche escarchada de estrellas y hojas dejando atrás al hombre posible.

martes, 20 de julio de 2010

El periodista detrás de escena -Crítica de Testigo Directo de José Levy-

Por Santiago Ocampos

Testigo Directo es un libro que representa una nueva forma de periodismo. Distinta, inusual y global. El desafío es abarcar la noticia en forma planetaria, descubrir las nuevas conexiones, los síntomas viejos en problemas nuevos. Con un micrófono y una cámara, José Levy inmerso en una visión cosmopolita, intenta desentrañar lo que sucede frente a la vista de los miles de televidentes, que se agolpan frente a la pantalla del televisor porque hoy la noticia es lo que está ocurriendo, no ya la construcción de un relato sucedido.

En la Edad Media viajaban los juglares de pueblo en pueblo, satisfaciendo las expectativas a miles de hombres alejados totalmente de las grandes decisiones, sin voz, que necesitaban saber de su rey y de las guerras emprendidas. La información no tenía soporte de papel ni luces, pero estaba mezclada de eventos sobrenaturales, muchas veces exagerados hasta el paroxismo, lo que impedía una verdadera apreciación del acontecimiento. Los juglares no eran periodistas, eran actores y bufones y no tenían otra forma de llamar la atención más que la utilización de herramientas cercanas al circo; aunque la televisión, que vemos habitualmente, también utiliza este concepto circense para llamar la atención de su público moderno que a diferencia de aquel tiene una mayor ansiedad de consumo.

Los tiempos cambiaron. El periodismo creció junto a la necesidad de los poderes políticos por dar a conocer de la marcha de sus acciones a un electorado cada vez más exigente. Esto trajo consecuencias positivas y negativas. Entre las primeras, el desarrollo de una tecnología capaz de transmitir en tiempo real, de describir los aconteceres de tal forma que el público puede hacerse la idea cabal del suceso. Lo que no cambió, es la controversia de la perspectiva que sigue siendo igual de problemática para el juglar como para el periodista.

Por medio de diversos capítulos, José Levy notifica las relaciones que existen en la aldea global. En especial, el conflicto árabe- Israelí al que le dedica el mayor número de páginas. Las descripciones de esta guerra de hermanos le valieron varias amenazas por parte de ciertos grupos religiosos de Israel.

Con un estilo periodístico, cuyo orden sistemático obedece a una lógica de su primera profesión, la Medicina. José Levy al ser un hombre apasionado, también se deja vencer por las emociones como el día en que cubrió la asignación de Atenas para los Juegos Olímpicos de 2004 que coincidió con la muerte de la Madre Teresa o bien al entrevistar a los niños que sobrevivieron al terremoto de Turquía de agosto de 1999.

Entre los hechos narrados, con inteligencia, Levy deja traslucir al periodista de carne y hueso. No la figura televisiva que necesita de la objetividad para absorber la esencia de la noticia, sino el hombre que tiene frío, hambre, que está lejos de su familia, en un país desconocido, que depende de la batería de una cámara para no perder ese segundo, en el que el mundo prende el televisor para ver pasar ese efímero instante, que registrado por el lente de la cámara, vale el oro del Perú.

viernes, 16 de julio de 2010

El ejercicio político -Reflexión en torno al libro Factor Humano de John Carlin-


Por Santiago Ocampos

En las páginas de este libro se teje la historia de Nelson Mandela un hombre único. Y allí, en esa inmersión de palabras que es el libro, se agolpan todos sus gestos, sus silencios, su cortesía, su talla de protagonista de la historia y es la narración, un soplo que amontona, con un orden periodístico vulnerable, las oraciones una a una para darle la contextura física a la imaginación del lector.

A lo largo, de un poco más de 300 páginas, este hombre de casi un metro noventa de altura conduce a Sudáfrica a la inmersión en las aguas bautismales de la fraternidad para convertirla así en el semblante enamorado de sus ojos.

A pesar de haber estado en una cárcel, el caudillo xhosa no ha perdido su condición de líder. Desde ese minúsculo espacio, que hizo suyo por 27 años, orienta todo su deseo de paz en pos de la construcción de un país sin fronteras, sin los límites encendidos por el fuego irracional del Apartheid que dividió a los que renunciaron a ser hombres de los hombres. Al salir de Isla Robben Mandela hizo de la sangre de las calles su palabra y también su paciencia.

En vez de proponer la guerra, la venganza contra el hombre que dejó de ser hombre, el Señor Mandela emprendió su lucha a partir de la palabra generosa como él, tomándola con vehemencia pero con ternura como los grandes soñadores, sin perder la convicción conquistó con sabiduría poética las palabras de las radios, de los diarios, y todo artilugio tecnológico posible, para poder multiplicarlas hasta convertirlas a todas ellas en las voces de Sudáfrica que de golpe y por su instinto, fueron un ramo de flores, una ofrenda a los que cayeron por la inutilidad del odio, de la discriminación que desgasta y nos reduce al polvo.

Mandela llamó al gran diálogo para que cada hombre, ese mismo hombre que no era hombre también se reconozca, refleje su rostro en el espejo de las aguas de la nueva nación sudafricana, sin avergonzarse por ser negro, blanco, boer. Todos en la misma historia, en un mismo tren hacia una misma estación.

Los últimos capítulos son la imagen de un país fundido en una sola fragua frente a un televisor mirando la final del mundial de rugby. La conjunción semántica de diversos rostros, de antagonismos ancestrales, de miedos, de fiebres, de policías y ladrones, los recuerdos violentos golpeando como las olas contra la playa de Ciudad del Cabo. La idea es un equipo que pelea, que se la juega, que grita, que suda, es un partido reñido para los springboks y el triunfo final también es un solo grito que barre con todas las geografías artificiales del sur de África.

Los colores de la bandera en la paleta del himno negro y del himno blanco de cada partido de Sudáfrica en ese mundial, pegándolo todo: el cielo contra el mar, el desierto a la selva, el futuro al pasado, en cada partido la vibración de un solo grito desde las entrañas de un país roto y vuelto a pegar como los collages de un niño de jardín de infantes, semejante obra que regala Mandela al mundo de los que creen que no se puede. Un mismo sentido, una misma cura: el perdón.

Así al ritmo de Mandela, Carlin evoca, recuerda, enhebra personajes, toma aire, vuelve a impulsar la barca en la que se ha metido y ya no puede salir, desde el puerto de la historia despega al encuentro de la literatura. El estilo del periodista es por momentos duros, poco frágil, quizás por la traducción o su copyright británico, a veces se vuelve pedregoso . Solo logra soltarse cuando rompe la emoción, cuando brota el maná inspiratorio del periodista que deja nacer al escritor, y es en ese momento, cuando de sus manos brota la imagen del hombre Nelson Mandela.

Carlin eligió la materia literaria correcta para escribir periodismo, el hecho que no pasa: el hecho literario. La forma, el ideario, la pulsión de vida que sostiene el libro no es Carlin sino el mismo Mandela que recrea al periodista, al verdadero, al que es de carne y hueso.

RESPUESTA DE JOHN CARLIN

Mil gracias, Santiago. Por leer el libro, por haberlo disfrutado, por haber reflexionado tanto y tan bien sobre el contenido, y por ponerte en contacto conmigo.


Que te vaya muy bien.

John

miércoles, 14 de julio de 2010

Guajira Guantanamera

Por Santiago Ocampos

Decía el genial poeta y militar cubano José Martí que “no hay perdón para los actos de odio. El puñal que se clava en nombre de la libertad, se clava en el pecho de la libertad”. Algo de esto no debieron saber o ignoraron las personas que fueron a interrumpir la conferencia de la Doctora Hilda Molina. Siempre que se habla de Cuba recuerdo las palabras del autor de Guantanamera entre otras poesías conocidas.

Cuando me tocó en una oportunidad visitar La Habana, envuelto en otro tiempo de mi vida, apegado a otras ilusiones, pude reconocer que la idealización que muchos hacen ingenuamente era una quimera, un puñado de palabras echadas como semillas al fuego de una forma de pensar que concluyó con el Muro de Berlín. En Cuba hay salud, educación, analfabetismo cero, pero no hay derecho a lo más sagrado que tiene el hombre: su libertad, su capacidad de autogestión y esta cuestión un turista atento lo puede notar. En Cuba nadie sale ni entra sin autorización del gobierno.

Dentro de la isla, el famoso cantautor Silvio Rodríguez ha expresado en sus canciones que escapan mágicamente a la censura y, a través de declaraciones públicas estar a favor de la libertad, de una salida airosa pero libre. Sin dudas, un síntoma que expresa la voluntad de cambio después de más de 40 años de dictadura de los hermanos Castro, más tiempo que lo que duró Franco en España.

La Doctora Hilda Molina, fue injustamente arrestada y privada de ver a sus familiares por el sólo hecho de portar secretos. Cuan cierto es cuando la escritora Rosa Montero dice que conocer es un acto tan irreversible como la muerte. Portar secretos en Cuba es delito y por eso la neurocirujana más destacada comenzó su lucha a capa y espada, a pan y agua como lo hacen los penitentes. Y finalmente tras años logró arribar a la Argentina donde reside junto a su familia; y estaba el Viernes 23 abril de este año en la Feria del Libro presentando su libro autobiográfico.

Pero se ve que a muchos les molesta que Cuba no sea lo que ellos piensan y entonces irrumpió en la sala, con violencia democrática, un grupo de estudiantes promulgando una ideología que murió sin velorio y todo sabemos de las implicancias psicológicas que eso significa para los vivos. Cosas que pasan en un país que no sabe respetar a quien habla por la libertad y en el que, lamentablemente, muchos creen hoy que pueden ser dueños de una única versión de la historia como el Señor Fidel Castro.

lunes, 12 de julio de 2010

El arrebatado de Tarso

Por Santiago Ocampos

En Tarso, actual territorio de Turquía, nacía uno de los hombres más influyentes de nuestro tiempo, el hombre que arrebatado por la luz camino a Damasco dejó de llamarse Saulo para pasar a ser Pablo, el apóstol de Jesús, el epistolario, que a través de mares y montañas y prodigios verbales inició la cristianización del mundo, misión por la que entregaría su vida.

Pablo nació en el seno de una familia judía tradicional. Su inteligencia así como sus aptitudes físicas siempre merecieron el respeto de sus pares. Su pertenencia a los fariseos, aquel grupo al que Jesús tildó en los evangelios de hipócritas, le otorgaba ciertas características cercanas a lo que hoy llamaríamos fanatismo religioso. Esta facción del judaísmo de entonces había perdido los ideales con los que había sido fundado y se encontraban en creciente descrédito frente a otros grupos que los veían cercanos al yugo de Roma.

El Apóstol de los gentiles conocía a Jesús. Sin duda no eran indiferentes los comentarios que del galileo se hacían en todo Israel. Quizás la fascinación que ejercía esta figura en el mundo judío no haya sido inadvertida. Un muchacho joven, vehemente y con cierta disposición a la lectura debía estar consternado e intrigado y quizás esta haya sido la causa con la que desenvainó con tanta violencia su espada contra las primeras comunidades cristianas.

La misma rabia de Pablo, que se tiñó con el olor de las ropas de Esteban, el primer mártir, le permitiría emprender y escribir frenéticamente que Jesús resucitó tomando toda la poesía posible de su prédica de iluminado de Dios. Camino a Damasco recordará en sus oídos el clamor al cielo de Esteban: el judío nuevo que predicaba el evangelio y murió lapidado por su ceguera.

Lo demás es conocido, los múltiples viajes, las cartas, el martirio, su amistad con Pedro, el Primer Concilio de Jerusalén, son recuerdos que iluminan, o al menos no deberíamos olvidar cuando la Iglesia es golpeada por las denuncias de pedofilia, de abusos de poder, de persecuciones y ponernos, de una vez, las ropas de Esteban en Pablo para hacer de esa impotencia por el pecado una respuesta.

Como decía el Papa Benedicto XVI, respecto al año jubilar paulino, ser concientes de servir a Dios como Pablo; en Calcuta o Nueva York pero con amor.

Bibliografia

BENEDICTO XVI; El año de San Pablo, Buenos Aires, San Pablo, 2008

BIBLIA DE JERUSALÉN; Bilbao, Desclee de Brower, 1999

MARITAIN, Jacques; San Pablo, Buenos Aires, Club de Lectores, 1996

sábado, 10 de julio de 2010

Breve reflexión sobre la inmigración

Por Santiago Ocampos


Como decía la escritora Duvojne Ortiz, la inmigración es portadora de un sentido y como tal posee una subjetividad distinta al país que la aloja. Posee nuevos vínculos, formas distintas, vestidos distintos, religiones distintas. Sin dudas esto trae como consecuencia un reacomodamiento en el país huésped, provoca desigualdades entre los de afuera y los de acá, provoca un choque de visiones. La sociedad es un organismo viviente y como tal necesita un orden, una manera de funcionar, un equilibrio propio. El inmigrante rompe, rearma una nueva sociedad con sus propios pedazos, con su propia historia para hacer suyo lo que ya estaba.
Observando a la selección alemana de fútbol vemos que muchos de ellos ya no tienen esos duros apellidos alemanas impronunciables, hoy hay gomez, oezil, aogo, cacau, marin; africanos, serbios, bosnios, brasileros juegan a lo que jugaban sus padres en medio de las ruinas de la guerra o en las chabolas africanas, se adueñaron de un país, gambetearon la miseria y se sienten alemanes, juegan y sienten la camiseta, se sienten parte de lo que representa esa camiseta, de su historia, de su subjetividad. En otros casos la inmigración genera un fuerte rechazo producto muchas veces de prejuzgamientos o concepciones antropológicas desconocidas tanto para el país receptor como para el inmigrante como la controversia del uso del velo en las mujeres en Francia.
Es interesante, a modo de reflejo de esta tensión subjetiva entre la sociedad tradicional y la moderna, destacar un diálogo, que hoy podría darse en el seno de nuestras comunidades, descripto en el libro Etnología General de Argentina de Claudia Alicia Forgione:



“Recuerdo que una vez hablé con una india de alto nivel social sobre el matrimonio y la costumbre que ellos tenían de comprar la esposa con dinero y ganado. Todavía no había llegado yo a comprender totalmente la cultura india, y cuando la mujer habló de su precio, me dolieron las entrañas de que una colombiana (como yo) pudiera ser vendida por una vaca. De pronto me preguntó : - ¿Y usted? ¿Cuanto le costó a su marido? Yo le contesté (…):
-Nada. A nosotros no se nos vende. Entonces cambió totalmente el panorama: -Oh, qué cosa tan horrible, exclamó, ¿con que su marido no dio siquiera una simple vaca por usted? No es posible que usted no valga nada. Y me perdió todo el respeto; no quiso volver a tratar conmigo, porque nadie había dado nada por mí. "

El Cuerpo de la luna o la pelota

Por Santiago Ocampos

La trajeron de afuera, pintada con gajos, de negro, de blanco. Inhóspita alma desparramó la saliva del deseo, cercano al trigo, a la cebada, a lo compartido. La trajeron amarrada a los barcos, amarrada con grillos al océano, marginal, de tiza la tierra de su cuero. Gira, rota, un solo movimiento terrestre tejió la otredad de su idioma. La empapelaron. La embanderaron con un gajo de sol amarillo. Un tajo de noche dura en la boca fue nombrarla. El paradigma. La bandera en el mástil de un patio de escuela de inmigrantes un fin de semana fue. Por su cósmica prudencia anudó al paño frío calmando la fiebre. El cuero chifló al sentir lo inefable golpear contra el techo de un galpón abandonado. El vocerío ausente. Con el silencio de las viejas literaturas la Europa su piel tiñó. Oscura como las manos que la trajeron llegó. Entre las sábanas de un mar recordó su identidad. La concupiscencia desordenada. La pasión solitaria. En un baldío de San Telmo, el barrio, enrejado de niños, abrazó su precoz esperanza. Por el ruido de un barco la trajeron. Anunciándola. Pidiendo una historia. Un baile. Al sueño llegó y por sus líneas un río surcaba. Un pájaro de humo una noche le cantó el destino y la táctica del malevo. La enamoraban. La vistieron. Al tocar los pies de la generación la cortesía perdió y bajó por las cinturas endiabladas del puerto buscando la licencia para escribir tango. Espíritu de bandera. Geografía de un largo dibujo de luces. Por el campo cabalgó vestida de mujer. De noche abrió las estrellas como si crecieran en el suelo. La belleza de lo imaginado su rumbo fue. Cálida mujer que abrasa al poeta. Por su superficie la soledad del poeta rodando va. La ley del puerto ejerció su influencia. El cielo a la perfección. Una caricia como bandera por flamear. La sombra del hambre. La plenitud. El capricho de una mujer ausente tiene. Por el suspiro enamorado su cuerpo caminó por el alma de los olvidados. Volviose una conspiración secreta. Una penumbra trajo el puerto para el futuro invierno. Adivina. Por la puerta argentina pasó como un ángel soportando su propio peso. Vino. Pólvora. Coraje. En la pobreza aprendió a peregrinar. En el hombro de San Antonio bautizó el río y entro con él vestida como estaba. Lo místico le fue ajeno. En la respiración afiebrada de un rufián encontró abrigo. La vanguardia en ese beso de abajo encontró la respuesta. El populismo le enfrió la garganta una noche del Cuarenta. Durmió afuera. Debajo de los viejos tablones. La miseria en el amor la dejó colgada en un armario. Al vicio y al alcohol volvió a sobrevivir. En la geografía del placer sus ojos construyó y crecieron sus miradas y tuvieron representantes en Buenos Aires. Empantanada de lluvia, sudada, mezclada, por el fragor de su lucha personal con el mar. Los hombres la cuidan y su rumor tiene algo de Lorca. Rumor a flor. Primavera marina como imagen física de sueño desvelado. La luz del día trajo. Un pasaje de Buenos Aires al borde de la pluma de Borges son todos los cuentos invocados por su deseo. Como si una piedra intentara llegar al cielo en la rayuela para robarle una obra a Shakespeare la gambeta criolla nació. Literaria. Humana. Enamorada. Puta. Mujer de la tradición pictórica de Monet. Americana, no inglesa. Colonia de nubes los habitantes de su queja. Gemido violento de un gato en celo. Sacramento portugués y del norte argentino. Música de raíces limítrofes al cielo. Secreta y con alma. Mensajera del Olimpo. Escuchó en un fogón la guitarra templada por las manos de Martín Fierro y tuvo dudas de donde era. Hojas de eucaliptos el amor de su filo. Besó a sus hijos en el crepúsculo de Discépolo. La guapeza formó en los establos oliendo a crin. La mujer le endureció todas las palabras escritas. Virginal. Nueva. Escritor joven a punto de publicar su primer libro. El duelo de cuchillos su textura de hombre afinó. La encrucijada del pasado los junta en el fuego de un papel en blanco. Sale de casa. Montando una bicicleta. Agitando el aire. Cubriéndose el frío. La crudeza invernal. Atravesando la calle como si cruzarla significara llegar a América. Como si brillaran sus ojos. Algo particulariza el andar. Algo de niñez. Algo de infancia recuerda. Sus sensaciones en la epidermis de la magia. Hasta sonríe al quedarse detenida. El trozo de día atraviesa apretando los dientes. Furiosamente. Con rabia pedalea la palabra. Una batalla. Con los pelos la frente tocando. Una partida de ajedrez a la ansiedad. Los dedos tajados por el amor. Debajo de su brazo va. Caliente. Ardorosa. Poética. Ensalivada. Pájaro. La ilusión la toca y aprende con ella en un patio de escuela. La trajeron de afuera. Del otro lado del surco. Del otro lado donde el pibe juega, con hambre y escribe y piensa alguna vez con ella tener una historia, y retorna a su corta edad y vuelve a escribir, y sueña y la toca y la envuelve en las sábanas de la noche y piensa otra vez que la piba de la bicicleta será como ella.